El bosque, así era como lo nombraban. El sitio en que se
encontraba era entre unos arbustos. Se imaginaba como una planta más o
una roca. Nadie reparaba en ella hasta que un día una chiquilla sintió
deseos de usar el baño y al no haber uno cerca ella se metió entre las ramas y
al verla gritó como loca. No estaba acostumbrada a la gente, pero si estaba
acostumbrada al hombre que cada tanto se llegaba hasta el sitio en que se
encontraba y le hablaba. Le decía que la quería mucho, que había sido su
primera vez y que gracias a ella se había despertado esa sed loca de repetir
por lo menos una vez al año lo que con ella había hecho. Él no la
asustaba, la llenaba de paz con esa charla lenta, pausada, cariñosa y monótona.
Se iba adormilando y cuando despertaba de nuevo estaba sola.
Pero el grito de la chiquilla había sido otra cosa. En menos que
nada se vio rodeada de policías y curiosos y con una cinta amarilla rodearon el
sitio y la gente hablaba y se miraban y la miraban con interés. Antes de
recogerla hurgaron en todos los rincones del bosque que había quedado cercado
con la cinta. Encontraron otras piececitas
blancas que depositaron en bolsas. Las llamaban “pruebas”. Tomaron
fotos y medidas y por fin la asieron con
cuidado y también la pusieron en una bolsa.
La llevaron a un sitio muy iluminado y muy blanco. La limpiaron,
le hicieron más fotos y en la pantalla de un computador ubicado al frente de ella pudo ver cómo había lucido
antes y como lucía ahora.
No le disgustaron ninguna de sus dos apariencias. Ahora era
blanca, sus dientes finos y pequeños se veían bien y los huecos grandes en
donde antes tenía los ojos eran lindos. Había sido una chica muy
hermosa. Largos cabellos rubios y ojos negros se podían apreciar en la
fotografía de cómo había sido su aspecto.
Decían las personas a su lado que deberían encontrar la causa de su
muerte, buscar al asesino para que por
fin ella; pudiera descansar en
paz.
¡Raro que dijeran eso! pues ella había estado en paz antes de que ellos llegaran.
Ahora lo que sucedía a su alrededor no le molestaba pero no se podía
llamar paz.
Con el tiempo la gente a su alrededor se fue haciendo menos.
Decían que el caso se había estancado. Que los caminos se cerraban tan
solo al abrirlos. Que la investigación no conducía a nada y que había que
hacerse cargo de otros casos.
Y la fueron olvidando en un rincón del cuarto blanco y luminoso. Ella solo los observaba pasar y hablar y
vivir.
Un día entre tantos la metieron en una caja y la cerraron. Todo
fue oscuridad y silencio. Era mejor cuando estaba en el bosque y veía
brillar el sol por entre las hojas de los árboles y la lluvia la mojaba y la
gente pasaba y escuchaba una conversación o solo los pasos.
¿Estaría ahora descansando en
paz? Si eso era la paz no la quería, le gustaban más el ruido del viento
entre los árboles y la compañía del sujeto aquel que cada año la visitaba y le
hablaba hasta hacerla dormir.
No, definitivamente la paz era muy
aburrida.
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