domingo, 28 de julio de 2013

N.N.



El bosque, así era como lo nombraban.  El sitio en que se encontraba era entre unos arbustos.  Se imaginaba como una planta más o una roca.  Nadie reparaba en ella hasta que un día una chiquilla sintió deseos de usar el baño y al no haber uno cerca ella se metió entre las ramas y al verla gritó como loca.  No estaba acostumbrada a la gente, pero si estaba acostumbrada al hombre que cada tanto se llegaba hasta el sitio en que se encontraba y le hablaba.  Le decía que la quería mucho, que había sido su primera vez y que gracias a ella se había despertado esa sed loca de repetir por lo menos una vez al año lo que con ella había hecho.  Él no la asustaba, la llenaba de paz con esa charla lenta, pausada, cariñosa y monótona.  Se iba adormilando y cuando despertaba de nuevo estaba sola.
Pero el grito de la chiquilla había sido otra cosa.  En menos que nada se vio rodeada de policías y curiosos y con una cinta amarilla rodearon el sitio y la gente hablaba y se miraban y la miraban con interés.  Antes de recogerla hurgaron en todos los rincones del bosque que había quedado cercado con la cinta.  Encontraron otras piececitas blancas que depositaron en bolsas.  Las llamaban “pruebas”.  Tomaron fotos y medidas y por fin la asieron  con cuidado y también la pusieron en una bolsa.
La llevaron a un sitio muy iluminado y muy blanco.  La limpiaron, le hicieron más fotos y en la pantalla de un computador ubicado  al frente de ella pudo ver cómo había lucido antes y como lucía ahora.
No le disgustaron ninguna de sus dos apariencias.  Ahora era blanca, sus dientes finos y pequeños se veían bien y los huecos grandes en donde antes tenía los ojos eran lindos.  Había sido una chica muy hermosa.  Largos cabellos rubios y ojos negros se podían apreciar en la fotografía de cómo había sido su aspecto.
Decían las personas a su lado que deberían encontrar la causa de su muerte, buscar al asesino para  que por fin ella;  pudiera descansar en paz. 
¡Raro que dijeran eso! pues ella había estado  en paz antes de que ellos llegaran. 
Ahora lo que sucedía a su alrededor no le molestaba pero no se podía llamar paz. 
Con el tiempo la gente a su alrededor se fue haciendo menos.  Decían que el caso se había estancado.  Que los caminos se cerraban tan solo al abrirlos.  Que la investigación no conducía a nada y que había que hacerse cargo de otros casos.
Y la fueron olvidando en un rincón del cuarto blanco y luminoso.  Ella solo los observaba pasar y hablar y vivir.
Un día entre tantos la metieron en una caja y la cerraron.  Todo fue oscuridad y silencio.  Era mejor cuando estaba en el bosque y veía brillar el sol por entre las hojas de los árboles y la lluvia la mojaba y la gente pasaba y escuchaba una conversación o solo los pasos.
¿Estaría ahora descansando en paz?  Si eso era la paz no la quería, le gustaban más el ruido del viento entre los árboles y la compañía del sujeto aquel que cada año la visitaba y le hablaba hasta hacerla dormir. 
No, definitivamente la paz era muy aburrida.

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