Bueno, lo cierto del caso es que me puse mis zapatos rojos, los que me hacían sentir sexy, y el vestido negro ajustado. Me sentaba bien aun cuando había tenido mejores momentos. Me peine poniendo mucha atención en los detalles; pero, dejando el cabello como al descuido... nada mas "como" al descuido, pues el proceso era largo e incluso un tanto dispendioso. Maquillé mis ojos con suave sombra café, dorado en los extremos, rimel negro que alargara las pestañas y dejara la mirada un tanto triste, pero lánguida y acariciadora. Un toque de perfume; siempre el mismo, para que mi cuerpo aún sin usarlo lo recordara y me lo recordara.
Tomé mi bolso, las llaves y salí. ¿Hacia donde me dirigía? Era un secreto total incluso para mí. No se qué esperaba del momento, quizá necesitaba caminar, y ver si era observada; y de qué forma lo hacían. Necesitaba muy seguramente convencerme de algo que posiblemente conocía pero que en ese momento me era muy importante recordar, revivir y volver a sentir.
Necesitaba creer, saber que soy una mujer hermosa, deseada y deseable. No el mueble necesario de la casa. Y no es que mi esposo no me quisiera y no me lo hiciera saber, pero miraba a las otras mujeres de otra forma, muy diferente de cómo me veía a mí. Y yo quería, ansiaba esas miradas. Me había vuelto acaso transparente, invisible. Prestadora de servicios y cumplidora de obligaciones. Pero; la mujer que había en mi pugnaba por salir. Dejarse ver, sentirse deseada de nuevo, no joven, pues la juventud para mi ya era prueba superada, pero si más bien viva.
Caminé mirando al frente, de espalda al sol que se ocultaba en el horizonte, apreté un poco el bolso y el paso. Sentí temor pues no acostumbro a salir sola.
Y la noche que empezaba me sonrió y la sentí cálida y dispuesta a darme lo que deseaba y el día que moría me despidió deseándome suerte y yo seguí caminando al frente apretando el bolso y el paso.