viernes, 25 de noviembre de 2022

El "nuevo" traje del emperdor

El "nuevo" traje del emperador


Este era un rey que disfrutaba mucho de su belleza física. Se aplicaba cremas faciales y corporales, hacía ejercicio, tomaba el sol por horas y se vestía magníficamente bien.
Un día, acertaron a pasar por su castillo un par de modistos finos, de alta costura se decían. Diseñadores de alta gama. Muy elegantes y emperifollados ellos.
El rey no lo dudó un instante. Les pidió, mejor dicho; les exigió que confeccionaran para él, el traje más magnífico de todos.
Ellos no lo dudaron ni un instante siquiera. Pidieron sedas, piedras preciosas, oro, plata, platino plumas multicolores y muchas cosas más.
Se encerraron a trabajar en el taller que el propio rey les ofreció. Empezaron a tejer, pulir y entreverar en esa hermosa tela todas aquellas maravillas.
Al cabo de unos días habían hecho una obra de arte maravillosa. Nada de lo antes visto se le parecía.
El rey estaba tan anonadado y asustado a la vez, que ordenó de golpe y perentoriamente la tela magnífica fuera incinerada.
Tanta maravilla muy seguramente opacaría su propia belleza,  su gran hermosura, su divina figura.
Desde aquel día el rey anda desnudo por el castillo, por el mundo y sus alrededores y finge que lleva el traje de emperador que los modistos le confeccionaron. Le insiste a todo aquel que lo mira con asombro. Que solo las personas con corazón puro y que son dotadas de suma inteligencia lo pueden ver.
Hay que escucharlo reír a carcajadas al referir su historia.
Fin

Patricia Lara P

Y él

 Y él

Sin pensarlo dos veces
Hizo un pacto con el diablo
Y ella
Sin saberlo siquiera
Es la que se convirtió en un alma en pena.

Patricia Lara P

Floreció

 Floreció

Se volvió otra persona
Madura
Absurdamente hermosa
Pausada en un momento en el tiempo en que su brillo enceguecia a los otros
Nadie entendió ese reverdecer
Ese llenarse de flores y fragancias
Ese olor a mujer plena
Su brillo opacaba a cualquiera
Su calidez ofrecida a quien quisiera tomarla los dejaba locos
Ella sencillamente era
Se dejaba ser
Y con solo eso
Era.

Patricia Lara P

Recuerdan ese cuento


Recuerdan ese cuento que escribí sobre como rodé por la escalera? Pues fue premonitorio.

Bueno... Tanto así tampoco. Pero di un mal paso bajando las escalas, el tobillo chirrió y sentí que volaba. Caí unos cinco de peldaños nada más. Pero caí como un costal de papas jajajajaja. De no ser por eso; porque caí. Mi tobillo no estaría contando el cuento.
¡Ah por Dios! No fue ni muy doloroso ni grave. Pero ahora sí me está doliendo un poco.
Manden buenas energías que no me gusta estar enferma ni inmovilizada.
Yo.

Patricia Lara P

Ella comía


Ella comía desmañadamente una hamburguesa. A su lado un hombre observaba con cuidado todo lo que sucedía a su alrededor.  Ella lo mira con pasión mientras sorbe un refresco. El le da una mirada y ella se acerca más. Pone su boca en la del hombre y lo besa apasionadamente. Él responde al beso apasionado sin dejar de observar las gentes.

Jamás un crece de palabras, de miradas incluso.  Las personas tan cerca y tan lejos.
Yo me quedo aquí pensando pensamientos pensantes de esos que por supuesto no salvan al mundo.

Patricia Lara P

Diego Alejandro


Diego Alejandro corría y saltaba y en un momento un mal paso daba.  En un instante él se cayó y el codito se fracturó. 
Siguió corriendo, siguió saltando,
Siguió feliz como una lombriz.

Patricia Lara P

A Valentina


Ésta era una conejita saltarina 

Que Valentina se llamaba
Saltaba y saltaba
Y nunca paraba.
Un día Valentina
Encontró un conejo saltarín
Se tomaron de las manos
Y saltaron hasta el fin.

Patricia Lara P

Ellas

 Ellas


Ellas tenían un pacto con la vida. Cada vez que fuera necesario, un cascarón sin mácula les sería otorgado.
Primavera y verano siempre. Quizá un poco de otoño, jamás invierno.
No deberían pasar jamás el umbral de la muerte pues su pacto había sido con la vida.
Color en las mejillas, tersura en la piel, brillo en los ojos, labios rojos, cuerpos dispuestos al disfrute puro.
Ellas habían hecho un pacto con la vida y se disponían a cumplirlo siempre, por siempre y para siempre.

Patricia Lara P

Veo en la tele

Veo Candice Renoir. Me encanta ese programa. 

En uno de los capítulos recientes le pregunta a su hija si está embarazada. La chica le responde que no, pero que si quiere. Y agrega que siente que es el momento indicado para ser madre. 
Candice le pregunta quién va a cuidar el bebé y la hija le responde que ella, la abuela.  Lo ve como lo más natural del mundo. Ni siquiera ha tenido en cuenta si la mujer quiere o está en condiciones de hacerlo. 
Es algo así como que debe renunciar a hacer lo que quiere, a tener una vida propia porque debe hacerse cargo del nieto.
Me quedé algo así como anonadada. Increíble que den por hecho que los abuelos seremos los responsables de sus decisiones personales.
Uno por supuesto que amará los nietos. Pero la responsabilidad es únicamente de los padres.
Yo aquí pensando pensamientos. 

Patricia Lara P

Rompió a llorar


Rompió a llorar, así; de golpe. Sin pensarlo, sin desearlo, sin intuirlo apenas. Rompió a llorar, sin romper el silencio. Los ojos se anegaron, las lágrimas hicieron surcos por las mejillas. Cayeron a las ropas, al piso.

Era la imagen misma de la tristeza y la desolación.
Al hacerse el día volvió a ser la misma.

Patricia Lara P

Despedida

 Despedida


Con el sol a medio cielo
y pensándote en silencio
deambulo por el recuerdo
de caricias y de besos.

Mirando por la ventana 
la gente en su recorrido
pienso en un nuevo mañana
en que no estarás conmigo.

No estarás (¡nunca estuviste!,
¿para qué llamarme a engaño?
pasados ya tantos años
esa es mi verdad triste)

No estarás y no estuviste
sonrío y, de cara al sol,
gracias al cielo yo doy
por el día en que te fuiste.

B. Osiris Bocaney 

La sangre fluye

 La sangre fluye

Abandona el cuerpo

Van los dos 

sangre y cuerpo

Hacia una muerte segura.

Patricia Lara P

Oráculo

 Oráculo


La hechicera, con aire meditabundo, entrecierra los ojos y, pretendiendo estar concentrada, o tal vez haciendo conexión con sus ancestros (o sus espíritus), me mira la cara como escudriñando, como buscando entre mis facciones algún indicio que le permita de respuesta a mi pregunta existencial: "-¿Qué me depara el futuro?"

En la pequeña habitación al fondo de la cabaña en la que nos encontramos, el humo de la altamisa de su largo tabaco se confunde con los vapores de estiércol de vaca que quema para estimular su nigromancia, formando una densa niebla que hace lagrimear los ojos y difusa la percepción de cualquier realidad.  El ambiente es pesado, a uno y otro lado de la mesa yacen, esparcidos, cuencos y frascos de diferentes tamaños con yerbas, potingues y animales muertos, que flotan en líquidos verdosos, amarillentos o grisáceos.  Sobre la pequeña mesa redonda que nos separa, libros viejos que parecen piezas de colección, con hojas ajadas, raídas y casi a punto de despedazarse y se posan parcialmente sobre una Ouija, chorreada en la esquina superior derecha por la cera de un cabo de vela que parece ser el único punto de sujeción del conjunto de la ruma adivinatoria cuyo equilibrio reta toda ley física, complementan a sendas bolas de cristal -una chica y otra de mayor tamaño- que conforman el conjunto, dando una mayor intensidad al abigarramiento que se percibe en el recinto.  En la penumbra, la hechicera da otra calada a su tabaco;  su rostro se desdibuja por momentos y lo único que ven mis ojos, entre el aturdimiento y la asfixia que, literalmente, amenaza con desmayarme, es ese par de ojos alagartados que ahora me hacen sentir una mezcla de pánico y euforia agresiva.  

Sin dejar de mirarme, acerca su rostro a través de la mesa, escupe sobre mi rostro una fétida bocanada de humo, que me sugiere el olor de una cloaca chamuscada y susurra: "-¡Muerte!"... "-Eso es lo que veo en tu futuro"... Súbitamente, en un acceso de tos, la mujer -que aún no aparta su rostro del mío-, se ahoga; tose con tal profusión que una sustancia viscosa y nauseabunda sale despedida de su boca para esparcirse en todo mi rostro.  Ante mi expresión de asombro y asco, la hechicera ríe; ríe con una intensidad y desparpajo pasmosos. Crecen en mí la confusión y la euforia agresiva.  El asco y el pánico,  hacen presa de mí, junto a una especie de paroxismo agresivo que no sé cómo contener; me mareo cada vez más y siento que estoy a punto de perder los sentidos. Ella ríe y vuelve a exhalar aquella fétida humareda en mi rostro. Me tambaleo. Mis rodillas flaquean y trato de sujetarme al mantel de la mesilla redonda. En efecto, me sujeto, infructuosamente a la gran bola de cristal que cae conmigo y se fractura haciendo un curioso ruido (o, al menos, eso creo), ¡no puedo respirar!... ¡Su rostro se ilumina mientras vuelve a soltar una sonora carcajada y siento que sus secreciones viscosas vuelven a caer sobre mi rostro... Me ahogan! Todo se desvanece.

Camino despacio, sintiendo que una extraña ebriedad gobierna mi cuerpo, haciéndome trastabillar y tropezar con la gente del poblado, que avanza en sentido contrario para ayudar a apagar el incendio que hace arder la pequeña cabaña en el claro del bosque.  Deambulo río abajo y allí, en la oscuridad, me dejo caer en el agua. Algo me compele a lavarme profusamente, a refregar mi rostro hasta casi hacerlo sangrar y a sumergirlo en la helada y rauda corriente de agua; pero, al hacerlo, veo el hórrido rostro de una anciana susurrar: "-¡Muerte!", obligándome a salir... una extraña sensación de ira y asco me invade nuevamente y vuelvo a sumergirme.   ¡No sé ni cómo llegué aquí!  Al fondo, río arriba las gentes gritan y se oye el crepitar de la madera al quemarse.  El agotamiento me obliga a dejarme caer en la Riviera del río, aunque quisiera seguir lavando mi rostro. El sueño y el cansancio ya casi me vencen. Por entre los árboles la luna llena deja colar un rayo que ilumina mi camisa ensangrentada.  No comprendo. Trato de incorporarme.  Caigo de cara al agua dónde, como dando tumbos, se acerca flotando la cabeza de una horrenda anciana, atravesada por un trozo esférico de cristal, ¡como si la bola, cual pompa de jabón, emergiera de su ojo blanquecino por la cataratas!... Trato de levantarme, de correr, de huir de aquel macabro esperpento, pero las fuerzas no me ayudan.  El agua, ¡sabia cómplice inocente!, hace su trabajo y la arrastra río abajo.  Siento que vuelvo a desmayarme, no sin antes oír una voz que ríe y me susurra: ¡Muerteee!...

B. Osiris Bocaney 

Le pregunté a la hechicera

 Le pregunté a la hechicera

Qué me iba a pasar
Veo muerte en tu futuro.
Te lo puedo asegurar 
No sé si hoy o mañana
En un año 
O algo más 
De que te mueres 
Te mueres
"Te lo puedo asegurar."
Jajajajaja
Yo, escribiendo magistralmente.

Patricia Lara Pachón

Era ella una mujer


Era ella una mujer entrada en carnes. Había enviudado muy joven y de aquella unión había quedado un niño.

Cuando la conocí vivía con un muchacho que fácilmente habría podido ser su hijo. Además de joven, era atlético y de muy buen ver.
Las vecinas la criticaban, y hablaban a sus espaldas. En realidad no era amiga de ninguna de ellas.  A lo mejor, quizá algo de envidia le tenían.
Hoy por algún motivo que ignoro la recordé. ¿Estará aún con su muchacho?  ¿Será feliz?

Patricia Lara P

Me despierto en la madrugada


Me despierto en la madrugada, escucho un silencio total. No pasa un auto ni una moto y las aves y los perros duermen. Intento entonces escuchar mis ruidos corporales. Nada. A veces mi intestino suena pero hoy no, está madrugada no. Pienso en mi corazón y me sorprendo, nada. El pausado tan tan tan tan no se escucha. Me asombro, generalmente lo oigo o/y lo siento en el pecho. En este momento no. Empiezo a preguntarme si fue que me morí en la noche. De pronto siento algo así como un gorgoteo... Grr gr grr gr. Es raro, tan raro que pongo más atención aún. Dejo de respirar para escuchar ese suave sonido que parte de mi pecho grr grr gr grr y de pronto y como al descuido tan tan tan tan. Hmmm ahora sí suena mi corazón como acostumbra. No es que me sienta feliz ni nada. Solo que lo cotidiano es tranquilizador. Estoy viva de nuevo. Viva, viva. No como esas gentes que andan por las calles sin ver, autómatas. No, yo estoy viva y pienso y siento y me molesto o me alegro.

Pues si... Estoy viva.
Yo.

Patricia Lara P

Tenía mucho miedo

Tenía mucho miedo. La casa me parecía fantasmagórica, la gente que allí vivía hablaba poco, se movía menos y de sonreír ni hablar.

Me limitaba a estar en el cuarto que me había sido asignado. Me recostaba en la cama a rumiar mi soledad mientras comía una a una las semillas de una curuba.
No sé porqué elegí esa fruta. Nunca fue mi favorita.
Me sentía como una intrusa obligada a serlo.
El tiempo transcurría y yo me iba no sé si adaptando o resignando. Hacia lo que debía hacer y me encerraba de nuevo.
Vivía sintiéndome una de esas plantas silvestres que se recogen en si mismas temerosas de la más leve brisa.
Hoy por hoy que lo recordé de pronto. Me di cuenta. Que hay más de un recuerdo enterrado en mi memoria. 
Yo que me jacto tanto de no olvidar nada. De no querer olvidar nada. 
No sé entonces si es que me dolió mucho ese momento de me historia, o si fue tan poco significativo que no ocupó espacio en mi memoria.
Hoy regresó el recuerdo, trataré de olvidarlo de nuevo.

Patricia Lara P

Coman caca

Es que el dólar está subiendo en todas partes. Si, muy cierto. Pero no tanto como aquí.

Es que los impuestos caros se pagan en todas partes. Claro que sí, el estado solo genera gastos no dinero.
Y si las cosas están igual en todas partes porqué los que votaron por ese siniestro personaje, no están aquí. Generando empleo aquí, haciendo crecer el país aquí.
Es que hablar de lo que sucede aquí, estando allí es bien sencillo.
C.M.

Patricia Lara P

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...