sábado, 31 de agosto de 2013

Cuando me siento triste




Cuando me siento triste guardo silencio, me maquillo un poco, compro algo y guardo silencio.  Hablar enojado o triste no lleva a nada que no sea más dolor o incluso a lágrimas y yo odio llorar y odio la palabra odio o mejor dicho le tengo miedo. 
Cuando me siento triste me recrimino por esperar algo de quien sé que poco o nada desea darme, ya que no está en su intencionalidad hacerme feliz o infeliz.  No es algo que sea importante para el otro y uno sin embargo espera.  Y eso molesta y entristece aún más.
Cuando me siento triste hiberno, mejor dormir y morir un rato a sentir tanta desazón.
Cuando me siento triste lo siento plenamente, a total cabalidad... menos mal son solo ratos de la vida y no toda una vida.

Pensando en los sueños...




-Qué sucede con los míos-
Bueno, soñaba mucho antes, hoy ya poco.  A lo mejor tiene que ver con la irrigación cerebral o la oxigenación  o yo qué sé.  Lo cierto del caso es que cuando sueño con alguien lo llamo, le escribo o trato de ponerme en contacto con la persona.  De alguna manera siento que me necesita.  No necesariamente a mí, pero si a alguien que lo escuche o lo intente comprender.
Lo demás si es muy vívido lo analizo, lo pienso y a lo mejor le encuentre alguna explicación lógica.
Algunos son pesadillas que sacudo en las mañanas y trato sencillamente de olvidarme de ellas.

Muriendo





Cerró los ojos y visualizó el túnel negro; siempre lo imaginó; como esos de los que hablan en astronomía.  Un hoyo de los que se traga todo, todo lo que va encontrando a su paso.  Ella en ese instante solo pensaba en el túnel negro.  No pensó jamás en lo que algunos llaman la luz al final.  Para ella la muerte era eso... un túnel negro devorándolo todo... guardándolo en su interior por los siglos de los siglos o quizá hasta haciéndole digestión y eliminando lo malo para dejar lo bueno. 
Quién sabe si al final, ya lleno, y hasta un poco indigesto.  Vomitara lo que contenía y la vida iniciara de nuevo.
Por el momento, lo que imaginaba no dejaba de ser más que conjeturas; suposiciones varias de una mente que siempre pensaba.
Así que ella visualizó el túnel, y su mente y espíritu; los dos juntos o los dos la misma cosa ¿Quién sabe?  Entraron por el boquete aquel que no conducía a nada.  Se fueron internando más y más en la oscuridad total y aguardaron.

Las palabras



"Y las palabras echan raíces y hasta florecen"

viernes, 30 de agosto de 2013

A cara y sello





Y cómo si fuera poco; ahora todo el mundo se creía con el derecho.  ¡Pero si fuera solo el derecho!  Se creían con el deber de intervenir en su vida.  Decían como sin querer... pero realmente queriendo.  “Lo que tú debes hacer es esto o es aquello”.  Y luego lanzaban al aire un montón de palabras que ella ni escuchaba siquiera pues sabía que nadie diría lo que ella quería escuchar.  Es que para hacer cosas lógicas no hay que pensarlo mucho, lo ilógico, lo que dicta el corazón y/o las ganas es otra cosa.
No, para que escuchar tanto consejo, lo mismo era tirar carisellazos hasta que la "suerte" decidiera; así hubiera que tirar la moneda una y otra y otra vez, hasta que dijera lo que uno quería con locura hacer... que siempre no es lo que es lógico, normal o lo mejor.

Presidio


Candelazos en el cielo.
Y en el alma.
Se disuelven las nubes
¡Las esperanzas!
Cielo claro y despejado.
Antítesis de tus miserias humanas.
Puebla tu futuro incierto
la aridez de una soledad larga
Vives entre multitudes
de existencias ajenas, reinan chuzos y navajas.
Se truncó tu juventud
planta marchita,
puerta cerrada.
Candelazos en el cielo.
Y en el alma.
Se disuelven las nubes
¡las esperanzas!

B. Osiris B.

jueves, 29 de agosto de 2013

El fantasma





No sabía exactamente cuántos años tenía.  Lo que si era seguro era que eran  muchos, muchos más de quinientos.  Había vivido siempre en el mismo lugar.  Primero había sido un lago, luego lo rellenaron con tierra y escombros y construyeron casas.  Inicialmente había estado a la sombra de un árbol pero con el tiempo habían construido este cuarto y ahora la humedad lo devoraba en uno de sus  rincones.
El cuarto estaba lleno de trebejos rotos, viejos y llenos de polvo.  Nunca se había fijado nadie en el brillo de sus ojos en la oscuridad de abajo del árbol y tampoco de aquel rincón. Hasta que un día.  Fatídico por cierto, una anciana señora que visitaba la casa lo descubrió.  Dio un grito agudo que espantó a la gente que estaba con ella, pero que lo espantó aún más a él.  No estaba acostumbrado a la gente.  Se podía creer que nunca había tenido gente a su alrededor.  Aun cuando pensándolo bien la recordaba a ella.  Sus ojos claros, su sonrisa y luego el odio reflejado en ellos y el cuchillo atravesando su corazón y luego de horas de sufrimiento atroz morir abandonado al lado del humedal que con el tiempo se convirtió en un lago que terminó devorándolo todo, incluido él.
Luego una eterna sucesión de sol y de penumbras y así por siglos hasta ahora que la horrible mujer lo había descubierto en el rincón aquel.
Un fantasma, es lo que dijeron que era.  Hay que llevarlo a la luz fue lo que dijeron que había que hacer.  Rompieron el piso, encontraron sus huesos y los llevaron a un camposanto.  Oficiaron una ceremonia y con eso se dieron por bien servidos.  Lo cierto del caso es que él, en aquel sitio, encontró otro árbol y a su sombra se recostó.  No le interesaba más luz que la sucesiva de noches y días pues él ya en paz estaba desde hacía mucho, pero mucho tiempo.

Aquellas cosas que no me gustan

 Aquellas cosas que no me gustan Aquellas cosas que no me gustan, sencillamente porque soy cansona. Trato de odiar poco, así que esa palabra...