Luego de nueve meses y dos días -según sus cuentas- y quince días antes
-según las cuentas del médico- Ella dio a luz. Fueron 12 horas de trabajo extenuante de
parto, y luego de pujar, sudar, gritar, chillar y hasta llorar; parió por fin… un huevo. Fue noticia nacional e internacional.
Los periodistas la asediaron hasta que por fin lograron una entrevista y fotos. Salió en primera página de periódicos y revistas
y abrió todos los noticieros de radio y televisión.
Los médicos e incluso los “felices” padres no sabían qué hacer con aquel
huevo, pero a un doctor se le ocurrió ponerlo en una incubadora y esperar a ver
que sucedía.
Veintiún días después rompió el cascaron un hermoso chiquillo con piel
de querubín y un par de alas pequeñas. Luego de un tiempo de los cañones
salieron plumas. Blancas, esponjosas y muy hermosas... que brillaban al
sol y producían matices que alegraban las almas.
La mujer no sabía cómo comportarse ante su recién nacido. No
lograba saber si debía cuidarlo en su casa por lo menos diez y ocho años o
subir a la terraza del hospital y darle un empujón para enseñarle a volar.
-Es que ser madre de un ángel es muy complicado-
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