Yolanda, María del
Carmen, María Teresa, Gilda, Lupita, Sandra, Elvia, Laura (dos por mas señas),
Kathy, Doris, Osiris, Gabriela, Claudia, y la Patricia, también. Eran señoras
normales que habitaban en casas normales
con gente normal y mascotas normales.
Lo que nadie sabía
era que en Octubre ellas empezaban a dejarse crecer los pelos del lunar de su
nariz y su barbilla. Las cejas en desorden proliferaban, las uñas les
crecían sin medida y algo negras lucían.
Se las veía ir de
un lado para el otro, compraban telas muy negras y cintas y mucho encaje.
Las veía uno pasar al mercado popular a comprarse una escoba. ¡Era
raro! Buscaban y rebujaban hasta que por fin encontraban una muy enrevesada.
El palo largo y torcido y las mechas despeinadas.
Se las veía mirando
por el rabillo del ojo y empezaban a cojear y a renguear sin ton ni son.
Veían a los niñitos
de sus vecinas cercanas y jugosos en su mente ellas, los imaginaban.
Tenían todas una
apuesta y la reina del festín sería aquella señora que mejor cocido llevara, el
más grasoso y salado, el más lleno de menjunjes, el que se acabara pronto y que
todas más quisieran.
¡Era raro!
Muy, muy raro pues ya para fin de mes, el treinta y uno seguro. Muy
ancianas se veían. Muy sucias; desarregladas.
La gente no
imaginaba que a media noche de ese día; ellas cambiaban sus nombres Por unos
más adecuados: Yolanduja, Maruja, Terruja, Lupituja, Sandruja, Lauruja,
Kattuja, Doruja, Gabruja, Clauduja y Patuja.
Y esa noche,
horripilante para unos, y la más feliz para ellas. Disfrutaban el cocido del niñito de al lado –sabroso
estaba por cierto-, de la niña de las trenzas y de ojitos dormilones (jaja), sazonaban
las arañas, las ratas eran confitadas. Y
danzaban toda la noche siempre bien acompañadas.
Se dormían agotadas
y feas como satán y despertaban hermosas, lozanas y femeninas. 20 años remozadas y restauradas también.
E iniciaban el año
alegremente y pensando entre sus dientes “el otro será mejor”.
Ya sus mentes se
disponen a idear y maquinar, cuál será el niño más rico, más sabroso, más
jugoso y delicado al paladar.
Los vecinos se
preguntan porque estas señoras un día tan maltratadas al siguiente están tan
bellas, tan sonrientes, delicadas.
Tirurin tirurado
este cuento ha terminado.
(No esperen más de mí
este año, que los sesos me quedaron exprimidos y arrugados) (jajajajaja)
Patricia Lara
Pachón.