miércoles, 2 de junio de 2021

Una anecdota

 Jajaja estoy preparando un sancocho. Le puse de todo y aún así siento que no está tan rico como siempre me queda.

Pruebo y mirando a mi hijo y a su amigo les digo: "Ay, es que no me sabe a nada". Horrorizados me miran y mi hijo alcanza a susurrar "covid". Yo al verlos aterrados y en vista que no me había dado cuenta de lo terrible que es hoy en día decir algo como eso,  suelto la carcajada y les digo que no es que no sepa, es que no sabe a lo que quiero. Jajajaja.
No he podido parar de reír.
Pobrecitos.

Yo.

Patricia Lara P

Reemplazo de genes

 Estoy viendo "The good doctor". Hablan de un procedimiento que se llama reemplazo de genes con el cual planean curar a una chica burbuja.

¿Que cosas más se podrán hacer?. ¿Hasta que punto podríamos llegar?.
Aquí me quedo como siempre pensando pensamientos pensantes... De esos que no sirven para absolutamente nada jajajajaja.
Yo.


Patricia Lara P

Ayeres

 Ayer fuí a comprar leche recién ordeñada. Iba feliz en mi caminata pensando que me dirigía a una finca. No era cierto, pero igual me tenían en una casa la leche fresca. Pensaba hacer queso. Traté de conseguir cuajo. La gente ni sabe que es eso.

Vi entonces un vídeo en Youtube y cortaban en él, la leche con limón.  Lo hice así y hoy casi me vuelvo loca encontrando una tela para separar el suero.
Finalmente encontré el material que me pareció más indicado. Ahora tengo prensado el queso entre la tela, un colador y un sartén algo pesado. Jajajaja. Definitivamente eso de zapatero a tus zapatos es muy cierto.
Igual he disfrutado todo el proceso y hasta emocionada estoy pensando en el resultado.
Les contaré cómo sale todo.

Yo.

Patricia Lara Pachón siempre pensando pensamientos.

De solo mirar tus manos

 



*De solo mirar tus manos*

Vuelo
El ensueño
-indiscreto-
viene a mi encuentro.
Mi anhelo va a tu encuentro
-lúbrico-
recorriendo el lejano puente
de tus caricias no nacidas.
Y te tengo.
Y me tienes.
En el no-espacio 
de esta entrega irrealizada.

B. Osiris B.

429

 Uno suave, para cambiar un poco el tono de los últimos cuentos:


*Cuentos de la Cuarentena*
_*429*_
Un año, dos meses y tres días de mutua compañía acabaron en la mañana del nueve de mayo.  Como tantos amaneceres de ese tiempo, Siria se levantó cansada de sentirlo rondar por la casa, meterse en su cama y desvelarla hurgando en sus adentros, usándola una y otra vez como un objeto. Y lo odió.  No podía siquiera imaginar cómo lo dejó apoderarse de ella de esa forma.  ¡Es que parecía tan cercano y tan solidario cuando empezó la pandemia!  
Al principio estuvo siempre a la mano para ella, un compañero del día a día en tanto tiempo de confinamiento, un aliado que la preservó.  También estuvo muy cerca, en su cabecera, cuando Siria enfermó.  Y se aseguró de no dejarla exponerse a familiares ni amigos.  Luego, gracias a sus consejos y previsiones, el distanciamiento social se tornó en aislamiento: ya no salía a la verja a buscar el periódico, ni a botar los desperdicios, o a su caminata semanal (que luego fue mensual..  trimestral e inexistente).  Siria estaba segura de no amarlo, ¡ni siquiera de quererlo!, pero igual no se atrevía a nada sin él.  Hasta este amanecer del 19 de mayo cuando, cansada de tanto desasosiego, se levantó, se puso guapa y, abriendo de par en par  las ventanas de su cuarto en la segunda planta, lo hizo salir en volandas con el primer rayo de sol.  
Con el canto de los pájaros salió a dar su primer paseo de los últimos seis meses. Caminó cuatrocientos sesenta y nueve pasos, o al menos eso creyó; y, a cada paso, lágrimas gruesas de un color azul intenso brotaro de sus ojos, hasta formar un riachuelo azul violáceo en el costado derecho del vasto jardín que siempre le recordaría la muerte repentina de su compañero, el Miedo.  
Caminó río arriba y lejos, en un recodo cercano a la montaña, se sentó en la orilla a contemplar el discurrir apacible del agua.  Enjugó en la corriente helada las últimas lágrimas, mezcla de duelo y alegría.  Se acercó lentamente al borde, queriendo ver su reflejo y sumergió su cara en aquel cristalino y provocativo líquido por unos instantes. Se levantó bruscamente, sacudiendo la cabeza hacia atrás, para descubrirla allí, muy cerca.  Se abrazaron con la ternura fraterna de dos hermanas y, en silencio, volvieron a casa para limpiar un poco, ventilar mucho y juntas, Siria y su Soledad, vivir y reír, no hasta mañana, no para siempre, ¡apenas para cada día!

B. Osiris B

Desnuda

 *Desnuda*


Imagino -¡recreo!- el calor de tu piel
distante... 
¡tan cerca de mis anhelos!
Sin sentirte, te siento
Y te beso en este espacio que no estás,
desnudos
cuerpo y alma,
y las pícaras sonrisas
del deseo a flor de piel...
¡Desnuda!

B. Osiris B

La mano politica

 *Cuentos de la Cuarentena*


*_La Mano Política_*

No tiene ojos (ni ve), por tanto, es incapaz de percibir el temor, la frustración y la ira de quienes la estrechan. No sabe de solidaridad, pero si se apura a cargar una que otra bolsa de alimentos, medicinas o... ¡Ah, mira, un juguetito! (que este me lo quedo para mi sobrino, total, estos que nada tienen, no teniendo,  no lo van a echar en falta). Y entra en el bolsillo, la mano, para guardar.

Toca puertas con insistencia, "que abra vecina, vecino, que es jornada de ayuda".  Esta última palabra es llave que -con o sin miseria- abre puertas, pues la esperanza es su aliada inocente y silenciosa.  Toca con fuerza, silba y, si está a mano, usa el nombre de algún miembro de la familia, para generar confianza: "Abre, Ludmila, que venimos a darte algunas, cosas y a saber como están".  

Ludmila, suelta la máquina de coser. De la fábrica no la han llamado desde hace tres días (¡imagínate tú, chica, cerrar una fábrica completa para desinfectar porque se murió un vigilante, esto es fin de mundo!) y, aunque la fiebre es una molestia, debe terminar este encargo de la vecina, que algo dará para la comida de esta semana, completando lo que Javier, Renzo y Analía puedan traer.  Se seca el sudor de la frente y, como al tanteo, busca sobre la mesa el tapabocas reusable, de su propia confección. Lo encuentra debajo de unos patrones.  Al tomarlo, recuerda que ya toca lavarlo, cuando llegue el agua en la madrugada, con un poco del detergente en polvo que aún queda debajo de la batea.  Suelta el tapabocas en la orilla de la mesa.  No recuerda para qué lo  quería  ("¡esa vaina es tan asfixiante!), pero en un momento la voz extrañamente amigable detrás de la puerta se lo recuerda: ¡la ayuda!  Con un andar vacilante va a la cocina a servirse un poco de agua.  Se ahoga con el último trago (¡lo que le faltaba, pues!), tose con fuerza, pero se esmera en tapar su boca para no emitir ruidos que puedan asustar a los inesperados visitantes.  Limpia la humedad de su boca con el dorso de su mano y regresa hacia la puerta. De camino, toma el tapabocas, lo sacude y se lo coloca en su lugar, dejando parcialmente asomada la punta de la nariz y una fracción de sus fosas nasales.
La mano política vuelve a tocar (¡a la tercera, va la vencida!).  Se entreabre la puerta y una Ludmila sudorosa se asoma, acicalando un poco su cabello y volviendo a limpiar el incipiente sudor en su frente y nariz.  
La mano política la saluda por su nombre, ofrece gel antibacterial "de alta pureza" (de ese que pocos tienen porque, o es un poco de comida, o un gel, y más vale prevenir el hambre, que lamentarla) y, luego de cerciorarse de que Ludmila se lo aplique a conciencia, estrecha su mano: "¿Puedo pasar?.. bueno, si no podía, ya estoy adentro... ¡Por aquí, muchachos -le indica a su "equipo", que trae unos alimentos y medicinas cuyas fechas de vencimiento los hijos de Ludmila verán más tarde que datan de un año atrás-, vengan, que estamos con gente buena, ¿verdad, Ludmila?... Vamos a tomarnos una fotico aquí, con la vecina... ¡No, pero quítense el tapabocas, que se vea que somos nosotros!..  aquí, ven Ludmila, que estamos en confianza, yo estoy sano, tú y los muchachos también, así que pa'lante"  (que no, lo del contagio no importa, si al final esta gente de algo ha de morirse).  Y la mano política allí,  retira su tapabocas, sonríe, toma la foto y estrecha manos.
Ludmila suda, la mano cree que es por nervios, seguro que esta pobre mujer no había estrechado a una mano tan popular e importante nunca antes. "Bueno, Ludmila, te dejamos, que el camino es largo, que te aproveche la comida... Y no olvides que te esperamos en el centro de votación, tu voto es importante para nosotros".  La última frase se pierde en el pasillo, mientras el grupo emprende camino hacia otra puerta.  

Ludmila se pone el tapabocas al ir a cerrar la puerta y, dándose cuenta de lo absurdo del gesto, se lo quita con un ademán de rabia y lo arroja sobre la mesa. Vuelve a secarse el sudor y se apresura hacia la máquina, a ver si da tiempo de terminar antes de las tres.  Se tambalea por ese cansancio raro que la fastidia hace dos días.
En la puerta, nuevamente, hay un grupo.  Nadie toca a la puerta, no es necesario.  Está abierta y uno que otro vecino se atreve a entrar, más por morbo que por afecto o solidaridad. Los comentarios aturden a Javier...  Dos días con sus noches tiene el cuerpo en la sala, no ha habido forma de que lo retiren...  Dicen que fue el virus, pero ¡quién sabe!...  Mira a esos muchachos como están desconsolados...  Sí, claro, como su mamá, los tres son bien trabajadores, es que Ludmila los crió bien...¡Nooo, mija, con eso no pagan ni la ambulancia!... Chica, ¿y no habrá quien les dé una mano?  

Una mano se extiende hacia la barandilla de la cama en una clínica de renombre; toma su tratamiento, al tiempo que lee en el diario los resultados de las elecciones.  ¡Ganamos, carajo! Tose un poco.  Come una fresa del arreglo frutal que le llegó esta mañana, no sin antes untar muy cuidadosamente sus manos con gel antibacterial "de alta pureza" (de ese que pocos tienen porque... ¡ya ustedes saben!).  Se yergue y baja de la cama. Camina despacio hacia el ventanal y mira, en la lejanía, lo que será su ámbito de gobierno. Regresa lentamente a la cama clínica  La mano tiembla.  Otra pinta de gel, antes de la siguiente fresa, no, ¡mejor un trozo de kiwi, que ya la fresa aburre!. La mano reposa en el bolsillo de la bata de seda en la certeza de que todo va a estar bien.  Lentamente se sube a la cama, ajusta su posición con los sensores laterales, toma el control del Smart TV y busca una comedia que le alegre el rato...   ¡Sí, definitivamente, todo va a estar bien!

B. Osiris B.

Lo vi en la tele

 Lo ví en la tele...

Una mujer jóven trata de consolar a su bebé que llora sin descanso. La pobre se ve muy cansada. Al verse observada por otra, un poco mayor, le habla y le pide un consejo. La mujer mayor, sin dudarlo un instante le dice: "Haz lo que puedas". Asombrada la madre pregunta. ¿Cómo así? A lo que la mayor responde. "Igual siempre te va a recriminar por algo".
¿Que cierto no?
Yo aquí pensando pensamientos pensantes. De esos que nunca tendrán solución o respuesta reconfortante.

Patricia Lara P

Recuerdo

 Recuerdo cuando fui árbol, el viento danzaba entre mis hojas y las aves construían en mis ramas sus nidos. Vi a los polluelos exigir alimento, los ví extender sus alas y volar. Los ví volver después a construir sus propios nidos.

Recuerdo cuando fui montaña y rio y de mis entrañas extraían riquezas. Ninguna tan vital e importante como el agua...
Y recuerdo un calor abrasador que me consumió desde dentro;  secó mis vertientes, mis sueños, ahuyentó las aves que rondaban mi imaginación... Una ola intensa que me dejó baldía.  Fue el verano del amor, la génesis de esta desolada tormenta de humo, cenizas y nubarrones que soy.  Y aún así, aquí, bajo todas mis pavesas, una brizna de ese calor me da vida... ¡Y nuevamente, como en ciclos, me consume!

B. Osiris B
Patricia Lara P

Frio

 *Cuentos de la Cuarentena*


*_Frío_*

Un venado paralizado en torno a las huellas de su madre, aun frescas en la nieve. No se mueve, excepto por su respiración agitada, que parece querer hacer estallar su cuerpo. Ocho lobos feroces lo rodean. Gruñen unos, ladran los tres más lejanos; todos muestras sus fauces abiertas, sangrantes y amenazantes.  A un lado, también en un silencio inerte, un hombre ataviado con un raído traje de fraile que cubre su cabeza y oculta su rostro, observa la nieve manchada de sangre e iluminada por la clara luna de la refulgente noche boreal. Ve al venado de reojo, este hace lo propio. Es un duelo de silencio y control. El primero en flaquear morirá. Al caos de sonidos amenazantes se suma un dolor que cala los huesos. De pronto, por encima de un promontorio, un lobo más grande se yergue con un aullido desgarrador. El resto de la manada calla y se vuelve en silencio hacia su macho alfa, dando la espalda a sus dos potenciales víctimas. Un pequeño ¡crack! detiene su marcha y, en un segundo, la manada vuelve la mirada hacia el lugar que recién dejaba tras de sí. Atacan con voracidad. Me despierto entre temblores.  La luna llena ilumina mi habitación y la lluvia que se cuela por la ventana abierta de par en par ha mojado el pie de mi cama. El viento sopla tan fuerte que asemeja un aullido. El frío me estremece.

B. Osiris Bocaney

Gusanos

Y empecé a notar que de los párpados salían minúsculos gusanos. Cientos, Miles, millones. Con pánico, con asco los veía deslizarse, reptar por mis mejillas. 

Intenté llorar y fue en vano. Más y más insectos fluían.
Abrí la boca para gritar y cuál volcán fluyeron.
Ahora soy una pequeña montaña blanca y gris que lentamente se acaba mientras miles de millones de gusanos reptan.

Patricia Lara P

 

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...