domingo, 30 de noviembre de 2014

El comilón





Sintió que algo le recorría la comisura de los labios y pensó: “¡Carajo! me dormí y ahora  me estoy babeando".  Le sucedía con frecuencia cuando dormía de golpe toda la noche, pero igual amanecía muy cansado, que el relajamiento corporal era tal que la saliva le escurría por la barbilla, hasta la almohada.  Intentó llevar la mano a la boca para limpiarse y no pudo.  Algo lo mantenía en esa posición y no lograba moverse ni un poco.  Pasó entonces la lengua por los labios resecos cuarteados y tuvo dolor; mucho dolor.  Pero también percibió que algo se adhirió a ella.  Al introducirla en la boca de nuevo, sintió como una almohadilla pequeña y suave que se removía.  Tuvo susto primero y asco después.  Quiso escupir y no lo logró y al sentir aquello "bailando" en su lengua, en su boca; apretó los dientes con fuerza y sintió algo explotar primero y luego derramarse; no sabía cómo explicarlo pero esa era la idea; derramarse en su boca.  Tuvo asco, hizo arcadas pero no logró ni vomitar ni moverse.  Al cabo de un rato; no supo cuánto; por fin lo comprendió.  Había sido enterrado vivo y ahora acababa de comerse uno de los tantos gusanos que se lo estaban comiendo a él.

Patricia Lara P.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Anécdota




El otro día, caminando por la calle; observé a una señora o señorita (yo qué sé), que llevaba unos zapatos a mi modo de ver espantosos.  No sé si por eso mismo, caminaba como si la estuvieran matando.  Era tan graciosa la forma en que se desplazaba que no pude dejar de comentar: “Amo esos zapatos, quiero unos igualitos".  Mi familia; mi hermano, mi cuñada e incluso mis hijos dijeron que si caminaba como la señora aquella, me los compraban.  Sin dudarlo un instante imite el andar de la dama.  Ellos reían a carcajadas, yo igual.
Aun no compran mis zapatos por cierto.
Patricia Lara P.

Me descubro





Me descubro en los ojos
del niño que eleva una cometa,
en la cara arrugada
del viejito que relee una carta de antaño.
En las manos abiertas
del que lo entrega todo,
y en el temblor de aquel
que es quien lo recibe.
Me descubro en el sol amarillo,
en las nubes doradas,
en las hojas que se mecen al viento,
en las que ya cayeron
y crujen bajo los pies saltarines
de un niño;
o de un no tan niño sonriente.
En el agua que canta
saltando piedrecillas.
En el viento que acaricia tu piel
y me trae tus suspiros.
Patricia Lara P.

Aquellas cosas que no me gustan

 Aquellas cosas que no me gustan Aquellas cosas que no me gustan, sencillamente porque soy cansona. Trato de odiar poco, así que esa palabra...