domingo, 30 de noviembre de 2014

El comilón





Sintió que algo le recorría la comisura de los labios y pensó: “¡Carajo! me dormí y ahora  me estoy babeando".  Le sucedía con frecuencia cuando dormía de golpe toda la noche, pero igual amanecía muy cansado, que el relajamiento corporal era tal que la saliva le escurría por la barbilla, hasta la almohada.  Intentó llevar la mano a la boca para limpiarse y no pudo.  Algo lo mantenía en esa posición y no lograba moverse ni un poco.  Pasó entonces la lengua por los labios resecos cuarteados y tuvo dolor; mucho dolor.  Pero también percibió que algo se adhirió a ella.  Al introducirla en la boca de nuevo, sintió como una almohadilla pequeña y suave que se removía.  Tuvo susto primero y asco después.  Quiso escupir y no lo logró y al sentir aquello "bailando" en su lengua, en su boca; apretó los dientes con fuerza y sintió algo explotar primero y luego derramarse; no sabía cómo explicarlo pero esa era la idea; derramarse en su boca.  Tuvo asco, hizo arcadas pero no logró ni vomitar ni moverse.  Al cabo de un rato; no supo cuánto; por fin lo comprendió.  Había sido enterrado vivo y ahora acababa de comerse uno de los tantos gusanos que se lo estaban comiendo a él.

Patricia Lara P.

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