miércoles, 26 de noviembre de 2014

Alarmantes alarmas





Y de pronto se dedicó a hablarle, a contarle lo que había hecho las últimas tres horas.  Lo escuchó parlotear sin escucharlo mucho.  Cada vez que él, entraba en detalles; ella dudaba. ¡Era tan raro que lo hiciera!  Normalmente el mutismo era su forma de ser.  Así que cuando hablaba; y hablaba mucho.  Ella prefería cerrar los oídos, no permitir que las palabras entraran a su cerebro para no incurrir en el delito de sumar uno más uno y encontrar que el resultado no era dos sino tres o más.
Y es que cuando el cotidiano cambia; las alarmas se encienden.
Patricia Lara P.

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