Y de pronto se dedicó a hablarle, a contarle lo que había hecho las últimas tres horas. Lo escuchó parlotear sin escucharlo mucho. Cada vez que él, entraba en detalles; ella dudaba. ¡Era tan raro que lo hiciera! Normalmente el mutismo era su forma de ser. Así que cuando hablaba; y hablaba mucho. Ella prefería cerrar los oídos, no permitir que las palabras entraran a su cerebro para no incurrir en el delito de sumar uno más uno y encontrar que el resultado no era dos sino tres o más.
Y es que cuando el cotidiano cambia;
las alarmas se encienden.
Patricia Lara P.
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