viernes, 30 de enero de 2015

Como que me espantaron





Escuché la llave introducirse en la chapa de la puerta del garaje, escuché también,  el rechinar característico de las bisagras oxidadas.  Luego sentí la puerta de la sala abrirse.  El gato recostado en mi cama, levantó la cabeza; miro a la puerta de mi cuarto.  Hice lo mismo… y nada.  No vi a nadie entrar y saludar como siempre.  Esperé un poco pues a veces toman algo en la cocina antes de subir… Nada.  Bajé y recorrí la sala, la cocina, observé el patio, fui al cuarto de ropas.  Entré al baño.  Nada.
Estoy sola.  Nadie ha llegado pero igual estoy segura que alguien me visitó hace un rato.

Patricia Lara P.

Frases que se me ocurren





“Cada vez que pierdes la calma y gritas o insultas, estás hiriendo un alma”

“Uno no debe decir: "usted sabe cómo es" sino; "usted sabe cómo le he contado que es"”


“Trato de ser la mejor persona que puedo ser... eso de todas formas no me hace buena”

“Cada persona que nos conoce nos describirá desde su propia percepción. Aquellos que nos quieren nos harán ver bien a los ojos del mundo. Ni hablar, qué dirán de nosotros quienes no nos quieren. (Para no hablar de odios, por supuesto)”

“Casi todas las conductas absurdas surgen de imitar a alguien a quien no nos parecemos”

“A mí los pajaritos también me cuentan cosas”

"A veces uno quisiera ser caníbal. No tanto por el placer de devorar a alguien, sino por el de vomitarlo"

Patricia Lara P.

Cosas que pasan



Durante toda mi infancia y parte de mi juventud me mordí las uñas.  Me avergonzaba sobre manera ese hábito; que mostraba de mí, inseguridad extrema, falta de amor propio y ajeno y no sé qué otras cosas más. Siempre estaba bellamente vestida y hasta maquillada; despeinada eso sí, pero hermosa.  Ese defecto o efecto de vida me apenaba mucho.  Trataba constantemente de ocultar mis manos y si alguien preguntaba por qué lo hacía, el rubor poblaba mis mejillas llegando incluso hasta las orejas.
Un día cualquiera tomé la decisión perentoria y fulminante  y empecé a hacer consciente esa  actitud tan molesta.  Eso entonces me permitió dejar el "vicio" y mis dedos largos por fin pudieron ser mostrados. 
El año pasado empezaron algunos problemas familiares que trajeron a mi vida la niña insegura y asustada.  Y el hábito odiado regresó.  Me lastime los dedos y con ellos la autoestima. 
Miraba mis manos y regresaba la niña de ojos tristes, que se sentaba en algún sitio oculto de la casa a morderse los dedos.
Estuve y aún estoy triste, pero al hacer consciente de nuevo, la situación; regresa la mujer que lucha, la que se enfrenta a la vida, la que a pesar de todo intenta siempre ser mejor, ser feliz.
Mis manos vuelven a estar cuidadas y la sonrisa retorna.  La vida puede ser y será lo que uno quiera.

Patricia Lara P.

Aquellas cosas que no me gustan

 Aquellas cosas que no me gustan Aquellas cosas que no me gustan, sencillamente porque soy cansona. Trato de odiar poco, así que esa palabra...