martes, 28 de septiembre de 2021

Puntualidad, divino tesoro


Soy sumamente puntual pues respeto mucho el tiempo de la gente. Por lo mismo, espero que mi tiempo sea respetado igual.

Hoy tenía una cita a las tres de la tarde. A pesar de que llovía mucho y en vista de que no tenía forma de comunicarme con la persona. Agarré sombrilla y salí. Al llegar al sitio la persona no estaba. Procedí a solicitarle a una amiga mutua el número de teléfono y la llamé. Al primer intento no respondió. Así que llamé de nuevo, ya que algunas veces no tenemos tiempo de responder debido a las cosas que guardamos en los bolsos. Respondió a la segunda oportunidad. Diciendo que se le había hecho tarde, que el aguacero no la había dejado salir de donde estaba, que en vista que tenía cosas pendientes mejor se había quedado, que pensaba llamarme. Yo no dije nada. Pero estoy furiosa. 
¿A qué hora pensaba llamarme si la cita era a las tres y yo llegue puntual? ¿Si tenía cosas pendientes porqué hizo una cita conmigo?
No intentó tampoco  disculparse ya que sus excusas no eran a mi modo de ver válidas y la hicieron quedar mucho más mal.
Que Pereza la gente así.
He dicho.  Respiro profundo. Y me quedo pensando pensamientos pensantes.

Patricia Lara P

Limbo


Limbo

¡Soy un fantasma!  ¡Soy un puto fantasma invisible e inaudible, pero no inmaterial, condenado a vagar del portón al ascensor, y viceversa! Mi cuerpo está en una alcantarilla del sótano de mi edificio, dos niveles por debajo del estacionamiento subterráneo, secándose en una mezcla de cal viva, hipoclorito sódico, y amonio cuaternario, cubierta por una gruesa capa de granzón y escombros que oportunamente desecharon algunos vecinos.

Nadie me extraña, tal vez porque nunca fui muy sociable y mucho menos buen vecino. Nadie me extraña, ¡nadie!  ¡Y estoy muerto y soy un puto fantasma! Nadie me ve, nadie me oye, pero todos me tropiezan, se golpean contra mí, trastabillean con mis cadenas y voltean a ver, buscando qué les hizo tambalearse.  Trato de evitarles el mal momento, pero estas pesadas cadenas apenas se mueven cuando lo intento (¡ja!, ¡maldito Dickens, maldito Scrooge, que me hicieron creer en vida en la volatilidad y ligereza de el estado fantasmal, maldito Maupassant, maldito Horla!... ¡Malditos cuentos de terror que me hicieron soñar con un limbo ingrávido y divertido esparciendo el terror a mis anchas!).  ¡Odio mi vida fantasmal y odio estas endemoniadas cadenas!  Son como un yugo autónomo, dotadas de una maligna intención, que me arrastran por este pasillo durante el día. Se desplazan a voluntad, llevándome de un lado a otro a su conveniencia: en las horas de poco tránsito recorro a grandes zancadas los ciento cincuenta metros de longitud de este pasillo del edificio en el que viví.  Si baja un vecino con su mascota, allí me llevan las cadenas, ¡justo al lugar donde el bichito va a depositar sus evacuaciones!, y me convierto en receptor de sus desechos, que cada día suman intensidad a esta fetidez que me acompaña (¡otra puta ficción desmontada: los fantasmas tenemos olfato y también olores fétidos y nauseabundos!). En las horas de mayor circulación, mis cadenas me anclan en el ascensor: en la puerta, para hacer caer y tropezar a ancianos, embarazadas y niños, o en la cabina, si hay alguien que osa quitarse el tapabocas, para que la saliva que expulsa al hablar caiga sobre mi rostro.  He salido solamente diecisiete veces, una por cada fallecido en el edificio durante la pandemia: me han arrastrado a sus apartamentos, obligándome a yacer en su lecho de muerte y acompañar sus cuerpos hasta el horno crematorio.  Allí las cadenas se tornan rojo vivo y abrasan mi cuerpo, causándome estas ampollas que no dejan de supurar.  Luego regreso caminando todo el recorrido y, aunque el cansancio y el calor me sofocan, no puedo parar de andar hasta llegar a la planta baja del edificio donde viví los últimos veinte años de mi vida, para volver a esta rutina de desatinos.

Veo a mi vecino, el que de roba los autos, el que me quitó la vida al inicio de la cuarentena en el sótano porque temió que yo le descubriera mientras extraía cauchos y reproductores de sonido (¡al fin supe quién es!), y no puedo detenerlo, las cadenas me llevan a donde guarda su alijo, haciéndome cómplice de sus vandalismos.  También me hacen subir en carrera  los dieciséis pisos hasta el apartamento de Lucía, su mujer.  Me sientan en su sofá, mientras el ebrio de su marido las muele a golpes a ella y a su hija, sin que yo pueda hacer nada para evitarlo, como tampoco lo evité en vida porque cuando oía sus gritos, subía el volumen a la TV.  Permanezco allí hasta que se desmayan o él se larga dando un portazo.  Lloro, mis lágrimas me escuecen las quemaduras del rostro, quisiera morir, pero ya estoy muerto.

B. Osiris Bocaney

Esperó y esperó

 Esperó y esperó a que llegara

Y siguió esperando
Y esperó tanto
Que en su ausencia y espera  se desesperó.
Él jamás entró de nuevo por esa vetusta y destartalada puerta.
Jamás la saludó como acostumbraba hacerlo.
El olor de costumbre no llenó sus sentidos de nuevo.
Aún lo espera
A pesar de que las telarañas se posesionaron de las cosas
De todas las cosas
Incluida como una cosa ella
Que aún lo espera.

Patricia Lara P

Fingimientos

 

Ella se mostraba como no era. Hasta que se cansó de hacerlo.
Es que fingir constantemente es agotador.

Patricia Lara P

Ficción o realidad

 El bus de Ventura


Recuerdo que al día siguiente de salir a vacaciones. A eso de la una de la tarde, mis hermanos y yo. Muy pequeños aún y ocupando dos de los puestos consecutivos, muy seguramente los de la primera fila al lado del conductor al que éramos encomendados, viajábamos rumbo a Arauca. Un pueblo en el ombligo de dos cordilleras y atravesado de lado a lado por el río Cauca. Calles polvorosas, calor constante y pobreza general. La experiencia del viaje era terrible. Un recorrido hoy de unos 45 minutos, tardaba en aquella época unas 6 horas. El ruido del motor, el olor terrible a gasolina, el sudor de las gentes, la fetidez en general de las personas. Me hacían vomitar constantemente.
Todo el tiempo miraba la ventana esperando por fin observar las primeras casas del pueblo. Vista que me llenaba de regocijo pues la casa, los brazos, y la hermosa sonrisa de la abuela eran el premio. 
Abuela, "bendición" -decíamos- y ella con esa sonrisa hermosa y acompañada esta con el gesto de su mano nos santiguaba.
Eran algo así como tres meses de alegría. 
No tengo en mi memoria el retorno a la casa materna. Imagino que era el mismo Ventura que nos llevaba en igualdad de condiciones a Manizales.  Imagino el vómito de nuevo, el olor a gasolina y la rutina que nos esperaba. Y claro... El deseo de nuevas vacaciones aun a pesar del bus de Ventura.

Patricia Lara P

Otra persona


Las cartas siguieron acumulándose en el buzón. Todas para ella. Y ella ya no estaba. Era solo un recuerdo casi siempre malo. Uno que otro destello de sonrisas y risas, una que otra demostración de afecto. Una que otra mirada enternecida.

Las cartas seguían llegando. Gente que quien sabe qué era lo que veían en ella. Gente que la apreciaba, que la consideraba bella y buena.
Si, esas cartas que describían un ser desconocido. Otra persona.

Patricia Lara P

Mi única salida

 

Empecé a sentir su hedor. Era insoportable. Le brotaba de los poros. Abría la boca y era peor que el olor de un pozo séptico, de un cadáver en descomposición.

La gente al parecer no lo notaba. Caminaba entre ellos y yo no percibía el disgusto que a mí me embargaba al tenerlo a mi lado.
Cómo era posible que nadie más enloqueciera en su presencia.
Tuve entonces qué hacerlo. Matarlo y que finalmente se convirtiera en la piltrafa que yo percibía.
Matarlo y que de esa manera todos pudieran sentir por el lo que yo sentía.
Matarlo era mi única salida.

Patricia Lara P

A primera vista

 Fue amor a primera vista

Una relación que trascendería el tiempo y el espacio
y por lo mismo y todo
condenada al fracaso.
La vida de ella sería corta
alcanzaría para tener unos hijos,
para enamorar a un esposo,
para construir juntos una empresa,
y para luego dejarlo;
Las luchas se veían cada vez más lejanas e infructuosas.
Construir todo aquello
para que otra ella
que en realidad no lo era,
lo disfrutara.
Para que otra fuera quien vistiera a su hija en su boda.
Para que acompañara a sus hijos en sus grados.
Para que se sintiera orgullosa al lado de "su" hombre al verlo realizar sus ambiciones.
La vida puede ser muy cruel
Y darlo o quitarlo todo en un instante.
Ahora ella, desde su crítica enfermedad lo razonaba, rumiaba e incluso lo odiaba.

Patricia Lara P

La doña

 


La Doña

Con el moño enrollado arriba, en el cogote, 
mirando a la distancia entre curiosidad y sonrisas
la Doña se asoma -se empina-  en la ventana
saludando con cariño al sol,  a la mañana
que acaricia suavemente su rostro con la brisa
y mece, allá en la loma, el guayacán y el gamelote.

Con una sonrisa enigmática en el rostro
vista al frente y, sin embargo, perdida en sus adentros,
ensueña y crea cuentos, tips y otros relatos varios
estampas deliciosas de su acervo literario
que junto a sus muy pensantes pensamientos
se suman al balance de septiembre y agosto.

La Doña, acompañada de un can y dos mininos,
cambimbea desde el alba dentro y fuera de la casa
escribe, lava, plancha, cocina y hace el recado
deja su impronta impetuosa por todos lados
y hará la diferencia, si por tu vida pasa,
esparciendo sus locuras (y su mal genio) y su cariño.

B. Osiris Bocaney

Una profunda frase


Uno se acostumbra a las cosas, o las cosas se acostumbran a uno. Y hasta a lo malo uno se adapta.


Patricia Lara P

Contar es lo mio


Les cuento, porque contar es lo mío. Que el otro día, por accidente arranqué un colino de mis matas de plátano. Así que como hace más o menos un mes, estuve en una exposición de bonsái. Y los de plátano me encantaron. Decidí.  Como cuando yo decido. Plantar mi propio banano enano en una maceta y hacer mi hermoso bonsái.


En la exposición me dijeron que incluso florecen y dan su bello racimo. Así que esperemos a ver qué sucede.
Igual yo soy feliz con pequeñas cosas.

Patricia Lara P

Pensé en ella

 Pensé en ella

Cómo si ella, me estuviera recordando
Que estuvo 
Que estaba
Y que ahora ya no está.
Que ella fue importante para mí 
Y yo fui importante para ella.
Ahora quedan sus cenizas tristes
Sus soledades
Sus miedos
Ahora ella es un recuerdo lejano y tangible
La recordé
Y por eso aún está
¿Me recordará ella
En ese triste lugar al que se la llevó la muerte?

Patricia Lara P

Ortografía


Soy mala con la ortografía y los signos de puntuación. Amo los puntos suspensivos, pero cómo son de necesarios los puntos finales.

Algunas entonaciones y tildes me descolocan. Y ni hablar se palabras que a mí modo de ver son similares a pesar de en realidad no serlo.
Amo los signos de puntuación que se ponen al principio y al final. Trato de no discriminar a los primeros ya que algunas veces son olvidados.
Aquí ando cuestionándome el motivo por el cual amándola se me dificulta tanto.
Yo.
Ortográficamente mía.

Patricia Lara P

Puntos suspensivos

 Puntos suspensivos


La vida es eso, una eterna sucesión de frases y puntos suspensivos. Hasta que llega el punto final, que no es más que unos puntos sucesivos inconclusos.
Así que ellos son la esperanza, el deseo de seguir, de continuar.

Patricia Lara P

Causas que se cruzan

 Causas que se cruzan


Azar aparente. Un lechero. Un vecino. Un gato sediento. Un cubo de leche. Moscardones azules en puertas y ventanas. Dos cadáveres y el llanto ausente de una familia nunca hallada. Espuma y sangre en las bocas.  Hedor a carne descompuesta.  Coartadas fallidas. Y nadie se ocupa de los cuerpos. Limpieza a fondo. Cinco días ventilado.  Contrato de arrendamiento. No importa el canon. El lugar lo vale.  Vale hasta la muerte.

B. Osiris Bocaney

Mundo

 Mundo


Territorios obsoletos
gastados, agotados
y envejecidos
Exangües trozos de tierra
ardiendo y sucumbiendo
a su propia evolución.
Sin redención,
sin conciencia.
Sin retorno.

B. Osiris Bocaney

Rutina de los desvarios



_Rutina de desvaríos (2)_

Hace calor. ¡Calor denso, pegajoso!, tanto, que añoro una piscina, una playa, ¡un chapuzón en un río de agua clara!  No lo pienso ni por un momento, tomo mi paño, me calzo el traje de baño, los lentes, y así, sin protector solar, me aventuro en un salto desde la puerta.  Me zambullo una y otra vez entre la marejada de salvapantallas.  Me recuesto, luego de un rato, sobre una nube esponjosa con forma de cornucopia.  Arranco dos estrellas de mar de mi cabello y las fijo en mis alas. Soy una libélula.  Una libélula que se sumerge en un sorbete helado de fresas.  Y en un suave vuelo rasante, refresco el vecindario con un fino granizo de fresa, patilla y limón.

B. Osiris Bocaney

Presas


Pongo Netflix y la primera película que sale es "Presas". La palabra me hace deambular hasta por las presas de una gallina.  Tu qué presa quieres... Ah, yo quiero un muslo (jajajajaja). Me pongo a verla y son unos hombres en un bosque según ellos en una despedida de solteros.

Busco entonces la información de la película y por fin se hace la luz. Los tipos son "presas" de caza.
Hay que ver lo que una palabra tan sencilla puede hacer en una cabeza adormilada.
Yo aquí... Viendo aún la película que al parecer ni buena es. Y además como siempre, siendo presa de mis pensamientos pensantes.

Patricia Lara P

El fuego se ha extinguido


 El fuego se había extinguido. Una que otra pavesa danzaba en el aire. Buscaba muy seguramente un sitio donde posarse y reiniciar.

En un rincón de la estancia en medio de un montón de ceniza aún acompasado estaba un corazón.
Un corazón ardiente al que incluso las llamas no lograron acabar la pasión.
Quien encendió aquel fuego no logro comprender porqué aún palpitaba  de amor aquel ser.

Patricia Lara P

Serán los años

 Serán los años


Serán los años los que al hacernos viejos nos hacen ver todo diferente. La bruma que nos acompañaba constante se va disipando y vemos las cosas y las personas ¿Cómo son?
Serán los años que vos van arrugando la cara y el alma. Nos llenan de canas y de telarañas y nos van arrumando en algún rincón.
Serán los años que van transformando lo dulce y aciago en amargo y ácido.
¿Serán los años?

Patricia Lara P

Como si, al cambiar, muriera lentamente

 Como si, al cambiar, muriera lentamente


Asfixiado por el hastío,
mutilado por la inmediatez,
el arte cambió.

Y ya no hay poesía  -ni elegancia- en la palabra,
que sufre a gritos la ablación 
del fugaz
y contundente 
improperio tres punto cero.

Aquella a quien exaltaban 
los antiguos poetas y cantores,
hoy se diluye ante el ácido
de la misoginia express,
blanco y objeto de parodias vulgares, 
excusa forzada del humor fácil, 
donde muere el intelecto,
 porque leer y pensar 
está sobrevalorado.

La puesta en escena
en el teatro del consumo
quema -o "reinventa"-
 la virtud de los actores
que ahora son _vende tutti_
en un guión de treinta segundos
porque el arte cambió y hay que comer.

El arte cambió
y es como si, al cambiar,
muriera lentamente
(¿o como si, de algún modo
-¡ojalá!-,
 renaciera).

Podría contarte más,
pero no tengo tiempo.

B. Osiris Bocaney

En el miedo hay poesía

 En el miedo también hay poesía


Desnuda y triste 
que aprisiona la garganta
merma tus fuerzas.
Y te paraliza.
O te impulsa.
¡Quién sabe!

En el miedo habita 
la poesía oscura de la desazón,
del trago grueso
ante la incertidumbre
de un futuro incierto,
ignoto, caótico y atrayente,
y el leve fulgor
de la osadía.

Flota, sigiloso,
entre la esperanza,
el amor 
y la alegría,
secreto compañero 
en el amanecer de cada día.

B. Osiris Bocaney

Anda, ve

 


Anda, ve

Toma el mundo para ti
en uno, ¡en mil bocados!

Anda, ve
hilvanando caminos
desmadeja tu destino
abrazando la senda que has de andar.

Anda, ve,
ya nada temas,
el horizonte clama tu compañía
el tren del porvenir
viene y aguarda
el viaje que hoy emprende junto a ti.

B. Osiris Bocaney

Hablando de corazones rotos


Sintió que el corazón se le apretaba en el pecho. Que se hacía minúsculo para luego romperse en mil pedazos. 

No supo si fue dolor, pena o ira y todo eso combinado y/o con jugado.
¡Es que romper un corazón es tan sencillo!
Es suficiente una palabra dura, una acción que lo degrade, el desamor que se nota en el silencio constante.
Pues si.
Romper un corazón es muy sencillo.

Patricia Lara P

Amor imaginario


Él era su amor, amor imaginario.  Llegaba todos los días cuando la tarde se metía en la noche a entrar en ella de la misma manera. Despacio, constante y sin parar ni un instante. Se dormía apretado en su pecho para despertarse al cabo de un rato con urgencia. Ella vivía por esas noches despejadas y cargadas de estrellas.  No deseaba nada que no fueran noches y nada o nadie que no fuera él. Temía como todos temen el momento fatal, la tarde que muriera y muriera sin él, sin que él llegara a poseerla. La tarde que se llenara de estrellas y en la que su ausencia fuera la única.

¡Dios! Deseaba olvidarlo todo sin olvidarlo a él. Quería que la noche cerrada y cargada de estrellas fuera eterna.  Un día, o mejor una noche constante.

Patricia Lara P

Gusanos

 Gusanos


De vez en cuando reptan sobre su blanca y delicada piel
se deslizan con la suavidad acostumbrada
ella los siente o presiente,
apresurada lleva su delicada y bien manicurada mano al sitio, 
pone su dedo índice en el preciso sitio y aprieta sobre la piel
a veces siente el insecto fatídico
otras, solo percibe su piel sobre su propia piel
Cree sin dudarlo un instante siquiera
que su loco cerebro le juega una broma o dos
Ella cree que es como el presentimiento del día después de su fallecimiento
El día que a todos llega
El día que no pudiendo ser comida por las hormigas
Sea devorada por los gusanos.

Patricia Lara P

Y la respuesta eres tu

 Y la respuesta eres tú

(Para una hija que la vida me regaló en otro vientre y me quitó luego, para darla al mundo)

*_"¿Se puede mirar el sol y evitar su efecto resplandeciente en las pupilas?"_*
_D. A_

Te  preguntas 
-con una candidez inusitada-
si se puede mirar el sol 
y evitar su efecto resplandeciente en las pupilas,
y pienso en una respuesta 
científica, lógica y racional,
ahogada en mis propias sinrazones.
Divago. Pienso.
Y la respuesta eres tú,
vulnerando toda racionalidad,
toda lógica,
porque sí: el sol te puede iluminar las pupilas en una caricia 
mientras tú, grande y libre,
resplandeces en la lejanía.

B. Osiris B.

Definitivamente yo no lo entiendo

 Hay cosas que yo

Definitivamente no entiendo.
Cómo es que un ser humano
dice que ama a su familia
y aún así
engaña a su pareja
ofende a sus hijos
y culpa a los que quieren hacer abrir los ojos de la víctima
de querer destruir su hogar.
Un hogar que destruye 
el mismo engañador.
Yo no entiendo
cómo es posible
que diciendo amar lo que se tiene
se exponga a perderlo
causando tanto dolor.
y lo que es aun ¿Peor?
causándoselo a si mismo.


Patricia Lara P

De madrugada

 


De madrugada

De madrugada, cuando las aves trinaban
yo cantaba para mis adentros
y reía con los ojos y los oídos
-porque, cuando se presencia tanta belleza, 
uno puede reír con lo que le dé la gana-
y pensaba en mis miedos del día a día,
que cada trino volatilizaba, 
cual mariposa de cenizas 
que se disipa al emprender el vuelo.

De madrugada, cantan mis temores,
revoloteando alrededor cual nubarrón de nocturnas polillas;
las aves, silenciadas por el tiempo, 
callan
o susurran débiles trinos.
Y busco mi voz cantora en mis adentros
Y lloro con el pecho, con mi vientre,
¡con mi cuerpo todo!, 
-porque, cuando te ahoga tanta tristeza, 
puedes llorar con lo que le dé la gana-
y me aferro al lejano trino de las aves madrugadoras,
cuya melodía avizora la esperanza de un nuevo amanecer.

Suspiro agradecida
 y vuelvo a sonreír con los oídos,
¡con el alma!

B. Osiris B.

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...