miércoles, 29 de abril de 2020

Suicida

Suicida

Se iba a suicidar
Y pensó en esa enorme eternidad 
de vidas paralelas
Y se asustó tanto
Al constatar
Que sería imposible
Que cada una de ellas
Al unísono
Oprimiera el gatillo
Y mientras así no sucediera
Su muerte
Sería inoficiosa.

Patricia Lara Pachón

Anécdota (III)

Anécdota (III)

Había que salir a hacer mercado.  No exactamente mercado como tal, pero sí, ir a comprar unas cosas que sin ser muchas eran pesadas.  Le dije a un miembro de mi familia que me llevara en el auto y me esperara un momento mientras compraba las cosas.  Como dije, eran pocas y no iba a tardar casi nada.
Opinó que en los autos no podía ir más de una persona (por éste tiempo de cuarentena)  Así que hice de tripas corazón y me dispuse a hacer varios viajes.  A mi caminar me encanta, lo que me preocupaba era el peso de los artículos.
Lo cierto del caso es que realice mis diligencias "diligentemente" y en sólo dos viajes.
Mas tarde ese mismo día, el mismo personaje decide ir a la empresa a llevar un artículo que según yo ya nadie iba a utilizar pues era la hora de la salida del trabajo.  
Así que se va y al rato regresa.  No sé porqué yo sentí. Que en el auto sí habían cabido más personas que solo el conductor.  No sé, ese sentido arácnido que me acompaña.
Ahí es donde yo me quedo pensando.  Porqué para algunos seres humanos son más importantes las personas que no deberían serlo tanto.  Claro que a lo mejor lo son y la equivocada soy yo, pidiéndole peras al olmo.

Patricia Lara P




 >^-^<

Mi pesimismo

Mi pesimismo

Soy pesimista padre.  Los seres humanos somos codiciosos y egoístas.  
El cambio debe ser personal, pero todos deberíamos hacerlo y no lo veo factible.
Ojalá sí.
Lo otro es que a lo mejor el mundo se reinicie pronto. Los seres humanos que sobrevivan serán pocos y arrancarán de cero.  Así que...  Cómo dije.  Soy pesimista.

Patricia Lara P

La escena del crimen

La escena del crimen

Todas las mañanas
Al despertar
Ella se encontraba
En el mismo cuarto
El de la escena del crimen
Ella no lo sabía
No era consciente
Pero siendo apenas una bebé
Ella había estado ahí.
No era consciente
Y lo era
Su vida
Giraba en esa misma noche.
Por eso
Al abrir los ojos
cada día
Siempre se encontraba en ese cuarto
El de la escena del crimen.

Patricia Lara Pachón

Él

Él

Y lo llevaron a un hogar geriátrico
Su familia no podía atenderlo, 
como él lo necesitaba.
Como sería necesario en adelante.
Decía que el no pertenecía a ese sitio
Que todos eran ancianos de 70 y 80 años
Él no notaba que tenía casi 100.
Por fin 
Cansados ya de sus quejas
Lo llevaron a la casa de uno de sus hijos.
Tampoco estuvo de acuerdo, ni mucho menos conforme.
Había sido secuestrado
Hoy está cumpliendo años
Ya logró lo que deseaba
Ya no está en el hogar geriátrico
Ahora vive con uno de sus hijos
Y al saludarlo
Y desearle un feliz día
Dijo que porqué.
No hay forma de que se sienta bien
en ninguna parte.
Si no está bien con él
La inconformidad es interna
Y no la solucionara nada
Ni nadie

Patricia Lara Pachón

Dias pasados

En días pasados, por el malestar que tenía, tuve que ir a un CDI para ser atendida. Allí vi algo que inspiró este cuento, nada dulce, más bien crudo y realista: 
*Charito*
Llegó temprano a muchas cosas en la vida, menos a la auto consciencia. A los catorce se fue de casa con el novio de su mejor amiga. 

Poco antes de los quince, con el muchachito en brazos, ya atendía una variopinta clientela en su cuartucho del primer piso del bar "La Dolorosa"; de seis a seis, noche corrida, porque el día lo usaba para sus labores maternas (si es que sacudir a Matiu Daniel hasta que se duerma puede llamarse así) y para retocar sus atributos que le granjearían  enemistades entre sus colegas y atracción entre los consumidores de sus "productos cárnicos", como ella solía describir su rama de especialización. 

Poco antes de los diecisiete, sumaba igual cantidad de ingresos a hospitales públicos y de detenciones: los primeros para "limpiezas varias", como suele referirse a una mezcla heterogénea de legrados e infecciones de transmisión sexual, y  por "ordenar la alteración pública, posesión de estupefacientes "y otras yerbas", de los que -según su propia narrativa- ha salido airosa porque ella negocea con sus productos cárnicos con los dueños del circo, no con los payasos.

Hoy, a sus casi dieciocho, no quiere perder la racha; ya el niño camina, habla, se despierta a media noche y hasta interrumpe su trabajo para pedir comida, (¡como si las vainas caen del cielo!, !como si no fuera suficiente tener que ganarse unos dólares extra para hacerse las uñas -que, de paso, esta semana la Chiqui le subió el sistema a veinticinco dólares, ¡la perra esa!-, como para también ocuparse de darle comida!) y esto ya se sale de las manos. 

Sentada bajo el toldo que, a modo sala de espera, habilitaron en el estacionamiento del hospital municipal, ataviada con un tapabocas que no protege su nariz porque la sofoca, espera turno para ser atendida, mientras finge no percatarse que Matiu Daniel juega por todo el lugar, mientras pide comida o cualquier cosa a los pacientes que esperan para el despistaje del virus. 

Una niña de unos seis años que se encuentra con su madre, también en espera de su turno, le pregunta por qué el niñito de las chancletas azules que está subiendo por el muro no tiene que usar tapabocas y ella sí. La madre, un poco cansada del trasnocho de la noche anterior, hace acopio de su paciencia y vuelve a explicarle, con juegos y chanzas la importancia de la protección.  En su afán de que su hija entienda que debe protegerse, ignora la alusión al otro niño, que ya se encuentra  caminando por el borde del muro de casi dos metros que bordea el hospital, tratando de alcanzar unos mangos cuyo tono verdirrojo son toda una tentación.
Charito, aparentemente angustiada, se voltea hacia una de las personas que se hallan en espera de atención y le pregunta si sabe cuánto riesgo implica estar allí, por lo de la pandemia, dice.  Recibe por respuesta una mirada esquiva, reproche gestual que se corta por el grito de otra paciente: "¡Dios mío, se cayó el niño!

Augusta del Rosario de Los Ángeles Cardón, Charito, como la conocen en el barrio, finge no haber escuchado nada y camina, simulando atender una llamada, en sentido contrario al lugar donde la gente se arremolina con cierta precaución hacia donde yace Matiu Daniel , quién acaba de caer del muro en el que la Charito le dio permiso de saltar solo un poquito.  La gente tiene sentimientos encontrados nadie toca al niño que yace al pie del muro perimetral, sin protección alguna, con el cuello torcido y como desencajado de su sitio, unos por temor a causarle más daño, otros por temor a que les cause daño... Se oyen gritos: "¡No lo muevan!... ¿De quién es ese niño?"...  "Ese niño saltando de aquí para allá, tocando todo y sin tapabocas, ¡qué peligro!"... Aumentan los gritos clamando para que salga un médico: ¡Doctor... camillero!... ¡Ayuda..  aquí!  Del recinto hospitalario salen rápidamente dos médicos y comienzan a maniobrar para sacar una de las piernas del niño del enrejado. Matiu Daniel abre levemente los ojos y balbucea "Chayito"... La doctora que le atiende trata de tranquilizarlo, le dice que todo va a estar bien... De entre los mirones con gritos y un llanto que solo ella sabe cuánta falsedad oculta, una mujer irrumpe gritando "¡Dijo Charito, soy yo, hijo!  El otro médico la aparta, pidiéndole espacio para trabajar y atender al niño. 

Pasan unos minutos, eternos para la mayoría de los presentes, muy cortos para el fuero interno de Charito y ya llevan a Matiu Daniel en una camilla. Los médicos entran al área de cirugía escoltando la camilla, a Charito le piden que suministre los datos para el ingreso. Charito los sigue con la mirada; en fracciones de segundos recuerda el zika, del que se salvó su embarazo y llegó a término; las veces que dejó a Matiu Daniel solo en la cuna y no se ahogó porque una de las vecinas "más metidas que una gaveta" llegó a tiempo y todos los muchos _momentos compartidos_ con Matiu Daniel... La enfermera pregunta los datos del niño. Ella responde como autómata. Luego, caminando por el pasillo, repasa el plan que tenía en mente al salir de su casa en la mañana que, ha sufrido variaciones, ¡pero si algo ha aprendido ella en esta vida es a adaptarse al cambio! Apresura el paso por el largo pasillo, se detiene unos segundos frente al extintor de incendios para retocar su rímel y se le escapa, en un susurro, una oración: ¡Dios mío, que esta vez todo sí me salga bien!... retoma su andar apresurado y vuelve a estallar en gritos frente a la puerta del servicio donde ahora  Matiu Daniel, el hijo que nunca quiso, se debate entre la vida y la muerte.

B. Osiris B

miércoles, 15 de abril de 2020

Anécdota (ll)

Anécdota (ll)

Esto le sucedió a la amiga de una amiga.  Nada que ver conmigo por supuesto.
Está su familia en ésta época de cuarentena a la mesa.  Le entra una llamada a su esposo y él responde.  Comenta que acaba de terminar de almorzar y al parecer al otro lado le preguntan que quien cocina.  Él inmediatamente responde que su hijo y que lo hace muy bien además.  La amiga de mi amiga quién es la que cotidianamente cocina, lo mira asombrada y además lo que acaban de comer lo preparó ella.  El hombre nota la mirada y continúa diciendo que su esposa también cocina bien y agrega que gracias a eso es por lo que aún están casados y viven juntos.  
Ella que en realidad tiene la lengua casi tan rápida como su pensamiento agrega en voz bien alta.  "Yo pensé que lo que nos mantenía unidos era el sexo."

Patricia Lara Pachón

sábado, 11 de abril de 2020

La moneda

La moneda



Nos acaba de suceder algo muy extraño.  De la nada y frente a mis ojos acaba de caer al piso una moneda.  No hay la menor posibilidad de que alguno de nosotros lo hiciera.  ¿Una falla en la Matrix? ¿Un espíritu chocarrero? Hmmm.  No deja de sacarlo a uno de su zona de confort esa situación.

Cuando me digan

Cuando me digan

Que el peligro pasó
Que la cuarentena acabó
No sé qué voy a hacer.

Creo que voy a tener miedo a los abrazos, 
a saludar de mano, a dar un beso.
Las calles me serán muy extrañas.
El roce de una piel que pase por mi lado me llenará de miedo.
Cuando me digan que ya puedo salir
Estoy segura
La mezcla de alegría y de terror serán indescriptibles
Abrir la puerta
Con la llave en las manos
Y dar un paso y otro
Y salir a la calle
Y ver la gente igual que yo
Asustada
No sé si cuando me digan que ya puedo salir
Voy a querer hacerlo.



Patricia Lara Pachón

Anecdotario (I)

Anecdotario (I)

Lo recuerdo cada tanto.  En algunas oportunidades iba a hacer trabajos del colegio a la casa de María Helena.
Ella vivía muy cerca de la mía y nos llevábamos bien.
Cualquier día noté que la mesa del comedor había sido cambiada de sitio y ahora frente a mis ojos estaba la fotografía de un hombre joven, bien parecido y con uniforme del ejército.  Tenía unos ojos grandes y muy tristes.  Yo no podía quitar los míos de esa imagen.
Pregunté quién era y ella me respondió que su primo que había fallecido hacía poco en un enfrentamiento con la guerrilla.
Así que yo cada que iba a su casa y me sentaba frente a la fotografía pensaba en lo triste de morir tan joven y defendiendo la patria.  
Pensaba en todas las cosas que había dejado de vivir por defender ésta tan triste patria.  
Pensaba en las vidas perdidas defendiendo la tan prostituida patria. 
Y no dejaba de sentir dolor por todos aquellos que lo hacían. Mientras en oficinas públicas los políticos de turno engordan felices a costa de la patria.
Hoy por hoy.  A veces llega a mí recuerdo la imagen de ese joven perdido defendiendo mi patria.
Y pienso en lo infructuoso que fue hacerlo. 

Patricia Lara Pachón 

martes, 7 de abril de 2020

Minúsculas

Minúsculas 

Minúsculas criaturas
De ocho patas minúsculas igual
Caminan a gran velocidad
Por todas partes
Las siento aquí
Y allí
Rápidamente estiró el brazo
Intento asirlas
Y ya no están
Criaturas repelentes
Dañinas
Que destrozan mi calma
Y hasta quizás mi  alma
Bichos minúsculos
Pero a la vez monstruosos
que con desesperación
yo odio.



Patricia Lara Pachón

Bastian


Llega él, con ese caminadito que lo caracteriza y esa mirada tierna que me llena de amor y haciendo uno de sus sonidos llama mi atención. Lo miro como siempre lo hago. Con ternura infinita. Y le pregunto. ¿Quieres esconderte? (Es el gatito más temeroso del mundo), le abro la puerta del closet y es sencillamente levanta la cola y me invita a seguirlo. El cuarto de la mamá está abierto. Así que eso no es lo que quiere. Sin embargo entra ahí y espera que lo siga. Llega hasta la puerta del balcón y me mira de nuevo. Él se hace entender siempre.  



 >^-^<

Y nada más

Y nada más

Fue verte y entenderme
Comprenderme
Intuir que me había perdido
Irremediablemente
En tu mirada
En tus ojos hermosos
Inflamados aún
Por el primer llanto
Por el primer respiro
Por la primera mirada
Por haber llegado hasta mí
Por ser mi hij@

Patricia Lara Pachón

Aquí cuestionándome


Hoy empecé a cuestionarme cómo será el momento en el cual toda esta crisis sea superada y nos digan.  Retomen la vida normal.  ¿Y entonces cuál es la vida normal?  La del corre corre, la de no tener tiempo para la familia, la de comer a las carreras, la de madrugar renegando y salir a ganarse el pan.
Hoy por hoy.  Que estamos en casa.  Algunos haciendo lo de siempre, lo de todos los días. Y otros adaptándose a estar con los conocidos desconocidos y reconociendo a aquellos por los que hacen lo que hacen.  No sé si disfrutando esa vida poco o nada experimentada hasta este momento.
No sé qué vamos a hacer, cuando nos enfrentamos a esa nueva vida que muy seguramente será la misma pero será diferente pues ya no seremos los mismos.
No sé.  Yo me cuestiono.

Patricia Lara Pachón

Mírala

*Mírala*

Es la brisa
la que disipa la bruma de esta tarde,
la que aviva el fuego avasallante en las praderas.

Sí, la misma,
   -mírala ahora-
robándote el beso
que no te pude dar,
paseando de tus mejillas a tus labios,
aventurera ladina.

B. Osiris B.

miércoles, 1 de abril de 2020

Aprende

Aprende

Aprende a ser poema.
Se uno
Largo y con muchas palabras difíciles
O corto y sencillo.
Se uno romántico o erótico.
No importa 
Sólo sé un poema.

Patricia Lara Pachón

Recuerdos

Recuerdos

Hay recuerdos que llegan como una ola
No porque sean así,
necesariamente van a ser buenos.
Tan solo son,
Velos que se descorren
Y se hace entonces la luz,
a veces suave
Otras dolorosamente brillante
Son como si te dieran
Un puño en la boca del estómago
Y te dejaran sin aire.
Recuerdos
Que habría sido mejor
Se hubieran quedado
Durmiendo
El sueño de los muertos

Patricia Lara Pachón

Santa

Santa

Ella se cree buena.
Ella va a la iglesia y se confiesa 
Y ella también comulga.
 ella se siente muy buena.
Pero ella juzga y señala
y mientras ella se arrodilla
y se da golpes de pecho
con orgullo.
 Ella mira a los santos en la iglesia
Y ella se considera uno de ellos.
Y de nuevo orgullosa 
 mira sobre su hombro
pues no hay nadie como ella.
ya que se considera muy buena.

Patricia Lara Pachón

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...