jueves, 15 de abril de 2010

El terrorífico pollo maligno

El pollo maligno fue el animal más aterrador de nuestra infancia. Por las historias y cuentos nocturnos conocimos a la "Pata sola", esa dama que perdió una pierna por ponerse a partir leña un viernes santo. El Muan, el caballero libidinoso que conquista a las mujeres mientras lavan ropa en el río. La llorona, esa señora que mató sus hijos y los arrojó al río y al morir, Dios la castigó diciéndole que entraría al reino de los cielos cuando llevara con ella sus niños. Así que ella los busca afanosamente por todas las riberas. La Madremonte, ella se esconde en los bosques y en la noche cuida lo que considera su propiedad. La dientona. Ay de aquel que la deje acercar pues los destrozará con sus dientes.
Ninguno de estos personajes tan terribles nos daba tanto miedo a mis hermanos y a mí como "el pollo maligno". Cada que íbamos por alguna carretera oscura o se nos hacía tarde para llegar a alguna de las fincas en las que trabajaban mis tíos; el tema era el pollo maligno.
Que animal terrible era aquel. Lo describían con pico de pollo y patas lógicamente de pollo y muchas tripas, que enredaba en el infortunado que lo encontraba mientras le iba dando latigazos con las otras. Este pollo atacaba a las personas que estaban en pecado mortal y aun cuando éramos niños no pensábamos escapar de tal malignidad solo por no tenerlos, jajajajaja.
La noche iba creciendo, todo se oscurecía y nosotros no sabíamos si corríamos o volábamos. Era tal el pavor que dejábamos de hablar para prestar atento oído.
El bicho aquel, el terrorífico pollo maligno sonaba como un pollito normal pero si lo escuchábamos cerca lo mejor era apurarse para que no nos alcanzara. Mientras... que si lo escuchábamos lejos había que correr, volar, huir o arrodillarse y encomendar el alma a Dios.
Ese animal-espíritu maligno; si se escuchaba lejos ya estaba a milímetros de distancia y en cuestión de segundos uno sería cruelmente golpeado y picoteado por él.
Mi hermano jura que una noche oscura y en compañía de la abuelita María lo vio... dice que se le parece hoy por hoy al gallo Claudio.
Tamaños miedos los que pasamos, terror que le tuvimos y terminó pareciéndose a una caricatura.
Pero, aun hoy si escucho a media noche, caminando por un sitio oscuro un pollito... Paticas para qué las quiero.
Los temores de la infancia son los temores de la infancia y nos acompañaran siempre duélale a quien le duela.

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