lunes, 29 de junio de 2020

Llanto

Llanto

Casi nunca lloro
por dolor o tristeza.
Otra cosa sucede
con las lágrimas del sueño o del hambre.
Un bostezo me convierte los ojos en mares
Salados, tibios y sin sentires,
sin pensares, pesares o duelos.

Patricia Lara Pachón

Yo aquí... Pensando

Yo aquí... pensando

Últimamente me ha dado por pensar mucho en los demás.
Si llueve, como ahora.  Me angustian las personas que están en las calles.  Las que están ahí por obligación.  Me da miedo imaginar que algunas casas están a punto de rodar por un barranco y otras con posibilidades de ser cubiertas por otro. Aquellas que indefectiblemente se inundarán. Pienso en la gente para la cual la lluvia no es una bendición, sino un motivo de miedo.
No sé si son los años.  Pero cada día tengo más miedo. No veo belleza y tranquilidad en la vejez.
No veo placidez de viejita, meciéndose en una silla y esperando con tranquilidad que los días transcurran.
El horizonte para mí está plagado de cosas que me espantan.
Yo aquí, un poco desvelada, escuchando llover y pensando pensamientos pensantes.

Patricia Lara Pachón

Curiosidad

Curiosidad

Hoy amanecí preguntándome
Por qué, para qué
Se conocen las personas 
Que podrían ser
Pero que definitivamente
No van a ser
O si van a ser
Van a causar dolor a otro

Porqué
Cuando la gente tiene una vida construida
aparece alguien más
a torcer ese rumbo
a desordenar la vida
a desacomodar lo que se creía acomodado.
Y es que se construye "felicidad"
Sobre la amargura de por lo menos otro.

Y me siento curiosa
Ya que la vida que se pensaba buena
No lo debe ser tanto
Para preferir a un extraño
Sobre lo que era conocido
Y se creía
Era bueno.

Patricia Lara Pachón

La miras

La miras

la miras
Y su corazón se ensancha
Palpita fuertemente
Y se siente viva.
La llenas de sonrisas.
Ella en su adentro dice
Dios te pague.


Patricia Lara Pachón

Así

Así

Así como cuando tus ojos se posaron en los míos
y sentí,
que llegaban hasta el fondo de mi alma.
Así

Patricia Lara Pachón

Otra frase

Otra frase

(Quizá ya dicha y repetida por unos o por otros.) 

"No tientes mis demonios que son muchos y te los puedes encontrar  a todos.
(Una frase que se me acaba de ocurrir)

Patricia Lara Pachón

Si me quieres

Si me quieres

Harías bien aceptándome como soy.
En mis etapas duras y en las buenas.
Es que soy lo que soy
un ser con altas y bajas
pocas lágrimas de llanto
muchas de bostezo.
Sonrisa y mirada franca
no un ser de momentos.
Sino de constantes;
radical dirían algunos
amiga de sus amigos.
Sin odios pero tampoco no boba.
Así que si me quieres
Quiéreme como soy.

Patricia Lara Pachón

Zapatos perdidos

*Cuentos de la Cuarentena*

*_Zapatos perdidos_*

La mañana del dieciocho de junio un grupo de vecinos de las Residencias La Paz,  comenzaron a quejarse por sus grupos virtuales de la desaparición de los zapatos que, por precaución y medida profiláctica, habían dejado en el rellano que da al pasillo común de sus apartamentos.  Al principio, al no tener explicación clara, empezaron las elucubraciones, que incluían desde una teoría conspirativa para evitar la movilización de las masas, hasta racionalizaciones de corte esotérico vinculadas a la posibilidad de sobrevivir o no a la pandemia en función de si los zapatos aún permanecían en su lugar o habían desaparecido. Los más osados dejaron caer la palabra robo, acompañada de la duda razonable de la sospechosa conducta  previa de uno que otro vecino con reseña social negativa ya conocida por esas redes.  Salieron a relucir los secretos a voces y a mediodía ya se acusaban directamente entre ellos.
 
Llegados a este punto, hubo insultos, vituperios, calumnias, palabras altisonantes y uno que otro llamado a la calma y a la cordura que, por supuesto, cayó en saco roto.  A las tres de la tarde una docena de bravucones y agitadoras salió a darse trompadas y a proferirse los más novedosos insultos... tanto, que al final, se convirtieron en chanzas, burlas y motivo de risa, con la cual los ánimos volvieron a su cauce, dando pie a un compartir que devino en parrillada y brindis comunitario.  Y es que, tal era el nivel de hastío que les abrumaba luego de tres meses de cuarentena, que cualquier excusa era válida para salir de casa.  Llegó la policía y los funcionarios del servicio sanitario.  Hubo llamados de atención y charlas; también pesquisas.  Todos esperaban y protestaban aglomerados, haciendo caso omiso a las reiteradas solicitudes de mantener la distancia física y de usar tapabocas y quejándose una y otra vez de la larga espera sin que se les permitiera regresar a sus casas (cada prueba tarda quince minutos en arrojar resultados).   En medio del alboroto, se corre el rumor de un caso sospechoso: el hijo de la conserje dio positivo para las pruebas. Empiezan a distanciarse. También su familia. Aparecen los tapabocas; ya gritan menos, los más, preguntan por lo bajo si es verdad, otros se lamentan de haber conversado con la conserje y su esposo.  La novia del muchacho llora, asustada, en una esquina.  Todos saben quién es, pero nadie la conoce, va y viene cada tanto y se queda a dormir donde los suegros, en la conserjería. El silencio se hace ley, las cabezas gachas la norma.
El edificio lleva cuatro días de confinamiento absoluto, precintado y vigilado las veinticuatro horas del día.  No hay quejas por los grupos, tampoco peleas o discusiones.  Y cada noche, a las ocho y treinta, se oye el murmullo de una plegaria colectiva.  De los zapatos perdidos ya nadie se acuerda.

B. Osiris B.

Fotografía

Fotografía

Miras fijamente,
intentas que la sonrisa
no se vea falsa
que la pose
tampoco lo sea.
Sabes,
que en un tiempo
corto o largo
otros la mirarán
juzgando.
Se fijarán en las prendas que llevas
en el cabello
en la mirada
en la posición que asumiste
y creerán saberlo todo.
Juzgarán
como siempre
a priori.
Aquello que sentías
que pensabas
que añorabas
que deseabas.
Así
que te acomodaras
como crees que te verás mejor
y sonreirás sin hacerlo
y mirarás sin ver
y tu imagen 
será desde ese momento
sólo un recuerdo.

Patricia Lara Pachón

Decrepitud

Decrepitud

Todo envejece
se agota lentamente
se acaba.
Hasta el brillo de los ojos
se va apagando
lentamente.
La piel se adelgaza
se vuelve translúcida
se difuminan las venas 
atrás de ella
las puedes recorrer con la yema de los dedos.
El cabello se adelgaza
se cae
el brillo se termina
y las canas se vuelven amarillas.

Decrepitud.
La vida se amontona
se arremolina
como si de hojas secas se tratara.
La vida sigue y sigue
hasta que llega un momento
en el cual;
el lazo no tan tenso
Se rompe.
La decrepitud se acaba.

Patricia Lara Pachón

Odio e insatisfacción

*Odio e insatisfacción*

Por las injusticias,
la segregación,
la infidelidad,
y por el pecado 
de la masturbación.

Ira y odio, ¡albricias!,
por cada traición,
y por la maldad,
por los desahuciados...
...¡porque no hay amor!

¿O es que la sevicia,
-la desolación-
en su ancestralidad
nos hace malvados
a cualquier tenor?

¿Abunda la malicia
en el corazón
de la humanidad
y, abandonados,
habremos de ser pastos de dolor?

B. Osiris B.

Algo para ella

Algo para ella

Ella quiere
necesita
algo que sea solo para ella.
Y cuando lo piensa 
A veces entiende 
Que no necesariamente
Sea una cosa.
A veces puede ser
Alguien.
Un alguien que en realidad la ame
Que le sea incondicional.
No recibió amor
Y lo necesita 
Tremendamente
lo necesita...
le es urgente.

Patricia Lara Pachón

Racismo

Racismo

Veía un vídeo en el cual unos policías detenían en alguna autopista de Estados Unidos.  A un hombre de piel oscura.  Bastante oscura por cierto.  El hombre está muy asustado.  Grita y no quiere dejarse tocar.  Luego intenta huir pero los hombres de la ley.  Hombres claros, creería yo que rubios.  Lo arrojan al piso.  Hay forcejeos y gritos.  Llantos del hombre de piel oscura y de los policías claros.  De pronto el hombre logra separarse de ellos y corre hacia su auto.  No atina abrir pero sí encontrar el arma que tiene oculta.  Mientras grita aterrado dispara contra la humanidad de los hombres de ley.  Al parecer, asesinó a uno de ellos inmediatamente.  El otro policía desenfunda el arma y dispara quizá hiriendo el hombre oscuro, el cual sigue disparando y chillando aterrado.  
Todo ésto quedó grabado en la cámara del vehículo policial.
Yo me quedé por un lado asustada, apenada y llena de preguntas.
¿El hombre actuó en defensa propia?
Es que con las denuncias por racismo y discriminación y viendo la actitud del hombre y el terror que se le notaba tenía, yo llegué a pensarlo.
Aquí me quedo rumiando pensamientos pensantes.  De esos que salvan al mundo.

Patricia Lara Pachón

Sabor a mí

Cuentos de la Cuarentena

_*Sabor a mí (o por amor se hacen muchas cosas)*_
Le amó. De muchas formas. Le amó hasta el silencio complaciente con las viejas que, muy lindas y emperifolladas, lo venían a visitar.  Lo amó en cada cena y almuerzo que preparó para una que otra comensal le acariciara el bojote por debajo de la mesa desde los entrantes hasta el postre.  Con cada rosa finamente dispuesta en los ramos que con displicencia le obsequiaba después de cada supuesto viaje de negocios, casi como una confesión abierta de una nueva infidelidad.

Y lo amó aún más (con todo su ser, si cabe la expresión), aquella noche del viernes trece de marzo, de la que recordaba vívidamente cuando -ante la inminencia del toque de queda por el anuncio de la pandemia- Abelardo le pidió así, sin más, que buscara dónde irse a pasar la cuarentena pues, ya que los hijos tenían su vida hecha, él prefería rehacer su vida.  Lo dijo con una sonrisa afable; esa sonrisa que resaltaba sus ya marcadas patas de gallo alrededor de los ojos y lo hacía lucir más viejo e interesante.  ¡Sí, no cabía duda alguna de que, aún en ese momento, lo amaba!... Y por amor le había obedecido (a su manera, por supuesto, porque -ya pasado el primer medio siglo de vida- ¡tampoco es que esté una para andar cumpliendo listas de complacencia!).

"¡Y por amor se hacen tantas cosas!", pensaba Auxiliadora, mientras suspiraba y comía el último bocado de su cena de esta, la septuagésima tercera noche de cuarentena. Miró a su alrededor y sonrió, complacida. Le gustó como había decorado la pequeña buhardilla del edificio anexo a la que fuese su casa durante los últimos treinta años y hasta se felicitó por las hermosas tallas que había logrado esculpir en tiempo récord, especialmente si se consideraba el tiempo que tenía sin usar sus herramientas, desde que su amado Abelardo le exigiera dejarlas, así como su carrera, para dedicarse a su cuidado, al del hogar y de los niños.  ¡Ah, los niños!... ¡Qué buenas personas le habían resultado!, sobre todo en estos días, cuando le habían brindado, en la distancia, todo el apoyo y la orientación para instalar su tiendita virtual y captar la más selecta clientela para su nueva línea de tallas artesanales que, por cierto, se habían agotado a menos de un mes de su lanzamiento.

Auxiliadora escanció y bebió un buen sorbo de vino tinto chileno, regalo de uno de los últimos viajes de Abelardo a Sudamérica (¡sí, con su respectivo ramo de rosas color salmón!), cuyo sabor afrutado se le había revelado muy útil en los últimos quince días para disimular el sabor acre de la carne que, como cada noche desde el inicio de la cuarentena, degustó con amor, ensayando las más novedosas recetas.
Miró hacia el congelador, ya vacío y pensó que en la mañana debía salir a comprar vegetales, aprovechando que era su día de circulación permitida.  Tomó en dos tragos la media copa de vino tinto que le quedaba, soltó otro suspiro y lavó parsimoniosamente los platos, los cubiertos y las ollas donde una hora antes había dado cuenta de su última reserva de carne.

Miró a su alrededor para asegurarse de que todo estaba perfectamente ordenado, tal como lo había hecho a lo largo de tantos años de trabajo invisible -¡que no imperceptible!- al lado de su familia.  Ya revisado todo, llenó de nuevo su copa, la elevó en gesto de brindis hacia un lado y se acercó a la mesita de laboreo que había dispuesto frente a la ventana que daba al jardín posterior.   Se colocó sus lentes de protección y el tapabocas,  se  caló los guantes de trabajo y, con una afectuosa delicadeza, hurgó en el pequeño cofre metálico lleno de cal la pieza con la habría de empezar la nueva talla... Removió, no sin cuidado, durante un rato, levantando hacia la luz uno que otro trozo blanquecino. Al final, se decantó por un fémur, ¡esa sería la pieza ideal!, la que requería para tallar la flauta que le habían encargado en Renaissance, su tienda virtual.  Posó el fémur sobre la mesa, se levantó ligeramente  el tapabocas y, lanzando un beso al aire en dirección al baúl donde conservaba el resto de la osamenta ya limpia de los tejidos (extrañamente deliciosos a pesar de su acritud, por cierto), volvió a levantar la copa en brindis simbólico, devolvió la copa a la mesa, recolocó adecuadamente el tapabocas y se instaló en el taburete para tallar su creación, mientras por lo bajo tarareaba con dulzura la melodía del bolero que tantas veces, de jóvenes cantaron y bailaron, embriagados de amor: "... Yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá -tal como aquí- en la boca llevarás sabor a mí".

B. Osiris B.

Después de tanto tiempo

Después de tanto tiempo


Después de tanto tiempo
vienes
a decirme que me amas,
mas ya es tarde.
Pedí por ti.
Ore porque vinieras.
Te esperé.
Tanto
que hoy ya es tarde.
Hoy mi corazón está cansado,
pero...
La aceptación llegó
Y con ella la paz
Que hoy no cambio por nada.
Gracias
pero hoy ya no.

Patricia Lara Pachón

martes, 16 de junio de 2020

decepción

Decepción

Hay días en los que tristemente amanezco muy decepcionada, otros los atardeceres noche me tornan así.  Infortunadamente de un tiempo para acá  son muchos.
Mi corazón soporta ese sentimiento.  ¿Por cuánto tiempo?
Yo he hecho el esfuerzo de ser mejor.  De no sentirme tan primaria.  Pero hay situaciones que me superan.
Yo no encuentro muchas satisfacciones en la vida.  No soy de las que quiere vivir mucho para ver qué sucederá mañana.
No tengo mucha esperanza en la humanidad.  Cada vez me convenzo que somos más los malos.  Y que por lo mismo no vamos a llegar a ninguna parte.
Así que todos los días lo intento.  Ser mejor.  Obviamente no todos los días se logra, sobretodo por aquello que nos toca y que nos duele.  En esos momentos mi corazón se inflama y no de bonita manera.  Luego por supuesto lo razono y trato de limpiarlo.  Y seguir.
Pero definitivamente hay gente que con sus comportamientos te hace sentir muy decepcionada.  Hay momentos en que la lucha por seguir se vuelve infructuosa y tan agotadora.  Que lo único que deseo, es dar un paso a un lado o atrás o sentarme a ver como se acaba el mundo.  Mi mundo.

Patricia Lara Pachón

Más

Más

Y yo creía que éramos más los buenos,
 en serio lo pensaba.
Después me di cuenta que no es cierto.
Son más los malos;
entre más tiempo pasa
la corrupción nos devora
los asesinos caminan con armas en las manos
hoy no se preocupan por ocultarla siquiera.
Los ladrones roban a ojos vistos no les importa que la gente se entere.
Tampoco que niños y ancianos padezcan por el hambre y las enfermedades
que ocasionan sus hurtos sistemáticos, constantes.
No señor.
Los buenos no somos más.
La manzana podrida pudrió a las demás
Hoy sólo la maldad camina por el mundo.
Los buenos...
Los buenos sabemos que nos queda poco tiempo.
Vencer ya no es posible.

Patricia Lara Pachón

Eres

Yo escribí esto ayer (obviamente para mi chocolate con canela, jajajaja, soy una mamá ridícula, pues):
¡Hermosa!

Eres

Creación hermosa,
fuente inagotable de sonrisas auténticas,
la esperanza que renace 
en cada amanecer.

Eres
alegría cantarina,
lluvia fresca a pleno sol
fenómeno irrepetible
¡Una diosa hecha mujer!

Eres
el hogar de mi sosiego,
lo más dulce del querer,
eres calma y eres fuego,
la seriedad un momento,
y al otro eres toda juegos,
eres el sol de mis noches,
la luna en mi amanecer.

Eres
mi niña por siempre,
aunque te hagas mujer,
eres el vivo retrato
de un buen fruto del amor
que se hizo con placer.

B. Osiris B.

La odiaba

La odiaba


Él la odiaba tanto, que apenas si la soportaba.  Apreciaba el hecho de que fuera la madre de sus hijos.  Claro que también a veces la culpaba por eso mismo.  Sentía que lo había forzado a serlo.  Que había sido responsabilidad única y exclusiva de ella el haberlo amarrado.
La odiaba, la odiaba tanto.  Era lo que él sentía la mayor parte del tiempo.  A veces no era odio muy seguramente, pero era descontento, decepción por haberle cortado las alas.
La odiaba pues imaginaba que su vida había podido ser mejor sin ella.  
No había logrado amarla y apenas si quererla, y eso tan solo a ratos.  Muy seguramente era culpa de ella, pues él lo daba todo.   Lo realmente importante, era que en serio la odiaba.


Patricia Lara Pachón

La señora de los gatos

*Cuentos de la Cuarentena*

_La señora de los gatos_

Siempre, antes de todo este cuento de la pandemia, Ágata salía a las seis treinta de la tarde a dar su caminata de cinco manzanas. La seguía de inmediato un séquito de gatos que, silencioso, parecía imitar su ronroneo y su estilo felino al caminar. Cinco manzanas, cuarentena y cinco minutos y una escolta de una veintena de mininos de todas las razas y tamaños que, felices, disfrutan día a día de su solitaria y agradable compañía (y de las deliciosas galletas que va dejando caer a su paso).  Ni la lluvia, ni la falta de alumbrado público detuvieron todos estos años su cotidiana caminata.  Hasta ahora. Hasta ahora, que hay pandemia. Hasta ahora, que hay toque de queda.  Hasta ahora, que la luna llena la invita a un fresco paseo nocturno, pero las barricadas policiales cortan el paso.  Pero para pasear tiene el paisaje en su recuerdo. Y se asoma al balcón, bañada de este plenilunio color miel.  Y cierra los ojos e inicia su paseo, arrullada por el plañidero maullido de veinte gatos que sorprenden al vecindario al elevar su canto a la luna en una sola voz.  Respira.  Es el día setenta y seis de la cuarentena y la luna llena invita a creer en un futuro mejor...  ¡Y a dar ese tan ansiado paseo!  Respira... Lenta y pausadamente siente la luz  entrar en su ser.  Se siente pequeña, muy pequeña, pero liberada.   Estira con ganas su cuello y su espalda, ronronea y por fin ya su cuerpo humano se transforma en una masa de pelaje gris.  Percibe la barriada con una acústica diferente, como si los sonidos se hubiesen instalado en su cabeza.  Es una percepción muy fina que por momentos la confunde.  Sorprendida, abre sus ojos, los que entorna inmediatamente para adaptarse a la luz.  De frente, muy cerca a su cara, percibe el aliento de dos o tres gatos que esta vez no han medido las usuales distancias.  ¡El aliento!... ¡La cercanía de esos ojazos atigrados!  ¡Estas ganas imperiosas de correr por los tejados!  Ágata se percata, al rascar su rostro con la pata derecha, de su metamorfosis.  Algo en su fuero interno le dice que tiene poco tiempo, así que ¡zas!, da un salto y emprende camino calle abajo, maullando feliz, acompañada -como siempre- de una veintena de mininos de todas las razas y tamaños que, felices, disfrutan un día más de su solitaria y agradable compañía, aunque esta vez las galletas las comerán al retornar al balconcito del apartamento 4E, bañados por la dorada luz de esta luna llena de junio, ¡pero eso ya es otro cuento!

B. Osiris B.

viernes, 12 de junio de 2020

Familia

Familia

Uno no elige a la familia.  Sencillamente la ama incondicionalmente. Sin ponerse a mirar qué hizo éste o aquel.  Qué dejó de hacer.  Qué le gusta o le disgusta.
La familia es eso.  El lugar donde todos nos deberíamos sentir seguros.

Patricia Lara Pachón

En la playa

En la playa

Ahí sentada en la arena, tibia aún por el sol.
Empezó a hablar con sus muertos
Comenzó con el padre ausente siempre
Primero por el gusto de no estar
Y luego por el disgusto
de la ausencia de vida.
Luego habló con su amiga
Casi su hermana
Degustaron juntas un café negro y candente.
Al irse ella habló con su abuela
El nido más tibio de la niñez
El hogar que abandonó en la adolescencia.
el sitio al que retorna cada vez que se siente tan triste.
Se sentaron a sus pies las mascotas
Sus colas primero mecidas al viento acariciaron con suavidad sus piernas
Con sus hocicos bellos la besaron;
Uno a uno desfilaron acariciando también su alma.
Recordó hasta a los poco conocidos compañeros de universidad que desaparecieron en Armero.
A los vecinos idos
Apreciados algunos, otros sencillamente conocidos.
Lentamente
Y arrullada por las olas
Y acunada en la arena 
Se fue yendo despacio
Casi sin darse cuenta
Abandonó lo terreno
Y se volvió lo que siempre quiso ser
Una pizca de arena
o una estrella de mar.

Patricia Lara Pachón

No sé porqué

No sé porqué

Cuando estoy sola
Y me visualizo vieja.
Me veo descalza
Sola
Caminando por una playa cálida
Un traje negro camisero largo
Sandalias en las manos
Piel apergaminada
Mirada al frente y adentro
Hablando conmigo misma
Cabellos bailando al viento.

No sé porqué
Cuando estoy sola 
Y me visualizo vieja
Me veo dirigiéndome a mí hogar
Construido enteramente a mí gusto y medida
Y sintiéndome plena, completa.

No sé porqué
Cuando me visualizo vieja
Me siento tan feliz
Tan compenetrada con el mundo, con la vida.

Yo no sé porqué.

Patricia Lara Pachón

Tristeza

Tristeza

Tuve un sueño.
Soñé algo que me desconcertó y de alguna manera me dolió.  No era algo que me tocara de cerca.  Pero era como la fe que había puesto en eso y luego se desmoronaba sin más ni qué.
Lloraba yo desconsoladamente.
Me desperté sintiendo una tristeza honda.
No era algo que me tocara directamente a mí.  Y sin embargo me dolió el alma.

Patricia Lara Pachón

Hilo

Hilo

Después de mucho intentar
Por fin logré enhebrar
El largo y negro hilo.
Al ​​jalarlo hacia el extremo
Para poderlo anudar
Casi se sale de golpe
Ay carajo que pesar.

Patricia Lara Pachón

Nubes

Nubes

Saco la mano por la ventana
Tengo unos quince años
Abro la puerta
Salgo a la calle
Las nubes me abrazan
Con la palmas de las manos
Viendo al cielo
Observo las nubes bailar en ellas
Caminó abriéndome paso
Se apartan un poco
Se acercan de nuevo
Me abrazan
Hoy
Ya no tengo quince años
Mi recuerdos sonríen
Y la niña que fui
Me abraza.

Patricia Lara Pachón

Rutina de desvaríos

*Cuentos de la Cuarentena*

Rutina de desvaríos 

Huele a pescado frito. ¡Fresco, muy fresco!, tanto que provoca.  Mi boca se hace agua y pienso "yo también  comeré pescado hoy".  De inmediato me preparo, me visto y tomo mis aperos de pesca: carnada, caña, cesta, botas y sombrero.  Me tercio mi bolso y, ya en el borde del balcón, tiro la caña.  Pica un lagarto, pican dos ¡y a la cesta!  De regreso, tomo un buen sorbo de agua fresca del borde del lago que nació en la bromelia roja.  Sin querer provoco una inundación y nado corriente arriba, huyendo de estos lagartos resentidos. Nado con todas las fuerzas de mi aleta caudal por este torrente de pensamientos. Soy un salmón. Un salmón ardiendo en las brasas del vecino. Disfruto del romero, el tomillo y la salvia sobre mi piel desnuda.  Y perfumo de mar el vecindario.

B. Osiris B.

Luz

Luz

Se le apagó el nombre a los cuarenta, escapando por sus ojos el último rescoldo de brillo.  Frente a una cámara, trata de reencontrar su sonrisa -también fugitiva- que mutó entre filtros, a mueca disimulada.  Ya no es más Luz, ni con el brillo de tanto maquillaje sobre su rostro. Le falta, a su vida, la homonimia de su ser que pende sin sentido tras la lente, como el collar que luce cada noche, a juego con la nada, con el vacío hacia el que enfoca su mirar.
Hoy cumple cincuenta. Sin pastel.  Sin amor.  Sin cuenta. Y no es más Luz.

B. Osiris B.

martes, 2 de junio de 2020

Dolor

Dolor


Se levantó dolida,
adolorida​.​
Se arrastró como pudo
​​hasta el armario destartalado
​ubicado e​n un​o de los​ rinc​ones​ del cuarto​.​
Llevaba entre las piernas
​e​l cordón​ umbilical​,
​y​ al final de él​; Ese cuerpo morado​,​
​a​rrugado
Que había llevado​ durante​ ocho meses
​e​n su vientre.
​El que a​hora yacía inerte​.
​No sabía qué hacer
​a​ quién acudir​.​
Cortó el cordón​ con una tijera ​oxidada 
que encontró en uno de los cajones​.​
Pero no​ truncó​ la vida​.​
Ésta había huido unas horas antes​.​
Tir​ó​ de lo que quedaba
Y un fuerte dolor le explotó ​en las entrañas.
Gritó, ahogo el llanto que quería salir.
Miró de nuevo el cuerpecito inerte.
Habría sido muy seguramente
Un niño triste
Un joven desolado
Un hombre adolorido
​y ​Un viejo amargado​.​
Ya no sería nada​.​ 
Se limpió como pudo
Trapeó el cuarto
Envolvió en periódicos primero
​y​ en un saco raído después
El cuerpo inerte​,​ ​​morado.
Se vistió muy despacio
Guardó cuerpo, papel y saco;
​e​n un bolso liviano​.​
Y salió a la noche gélida​,​
​c​aminó hasta el riachuelo
Que se arrastraba sucio​,​
​s​olo​ e​ indolente​;​
Y ​procedió a ​arroj​ar​ allí su paquete​.​
Ni una lágrima afloró de sus ojos
Ni un suspiro salió de su pecho​.​
Solo esa tristeza ​sería su compañía
siempre.

Patricia Lara Pachón

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...