Dolor
Se levantó dolida,
adolorida.
Se arrastró como pudo
hasta el armario destartalado
ubicado en uno de los rincones del cuarto.
Llevaba entre las piernas
el cordón umbilical,
y al final de él; Ese cuerpo morado,
arrugado
Que había llevado durante ocho meses
en su vientre.
El que ahora yacía inerte.
No sabía qué hacer
a quién acudir.
Cortó el cordón con una tijera oxidada
que encontró en uno de los cajones.
Pero no truncó la vida.
Ésta había huido unas horas antes.
Tiró de lo que quedaba
Y un fuerte dolor le explotó en las entrañas.
Gritó, ahogo el llanto que quería salir.
Miró de nuevo el cuerpecito inerte.
Habría sido muy seguramente
Un niño triste
Un joven desolado
Un hombre adolorido
y Un viejo amargado.
Ya no sería nada.
Se limpió como pudo
Trapeó el cuarto
Envolvió en periódicos primero
y en un saco raído después
El cuerpo inerte, morado.
Se vistió muy despacio
Guardó cuerpo, papel y saco;
en un bolso liviano.
Y salió a la noche gélida,
caminó hasta el riachuelo
Que se arrastraba sucio,
solo e indolente;
Y procedió a arrojar allí su paquete.
Ni una lágrima afloró de sus ojos
Ni un suspiro salió de su pecho.
Solo esa tristeza sería su compañía
siempre.
Patricia Lara Pachón
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