miércoles, 27 de mayo de 2020

Fotografía



Todos los días ella 
se toma una fotografía para él.
No quiere admitirlo
Así que la publica en su red social favorita.
Todos los días ella
Espera que él le de un me gusta;
un me encanta,
sería aún mejor.
Todos los días ella;
se va a la cama imaginando,
el maquillaje que usará mañana,
el traje con el color perfecto,
el escote adecuado.
A ver si por fin un día
El repara en ella.

Patricia Lara Pachón

Duele



Y su vida regresó al primer instante de dolor.  Aún siendo una niña la vida la golpeó de frente. Un dolor profundo en el pecho al que regresaba con mucha facilidad y cada tanto.  Frecuentemente.
Y su vida se llenaba de obscuridad y luego de luces multicolores y regresaba al negro absurdo. Y todo en profusión tal que se mareaba.  Muchas veces quiso poner el pie en el suelo y detener la rápida fuga.  Pero no lograba centrar sus ideas y lograrlo.
Su vida regresaba irremediablemente al primer instante de dolor.

Patricia Lara Pachón

Ella



Y desde esa primera vez, la vida se le fue en llegar, intentar echar raíces, arrancarlas con dolor y huir de nuevo.
Es que una vida construida desde un deseo, desde una invención no dura mucho.
Siempre sucederá algo que te hará correr de nuevo llena de miedo, mirar solo al frente y arrancar de cero.
Pobre mujer. 
Huir, siempre huir.

Patricia Lara Pachón

Antídoto

Escribí esto hoy

*Cuentos de la Cuarentena*

*_Antídoto_*

Ana María abrió los ojos lentamente, sorprendida por una confusa sensación de bienestar que le era extraña -y hasta dolorosa-, a la que no podía definir.  Hacía muchos meses que, al igual que cada uno de sus vecinos, ya era humo; pero no humo gris pizarra y pestilente como el que al inicio de la cuarentena llenó las calles de la ciudad, tampoco el humo gris claro -blanquecino- que les hizo llorar por tantas semanas, no... Ana María había decidido, ante la innegable certeza de su contagio, ser un puro y asfixiante humo negro intenso, que al andar dejaba una estela de hollín por toda aquella casa que, más que su hogar se le antojaba una atalaya desde donde divisaba a los irresolutos viandantes que salían a violar la cuarentena absoluta con la sola excusa de que ellos aún no eran humo.  Desde allí, con puesto preferencial, vio morir a muchos a manos de otros tantos que, siendo mitad humo, quisieron poseer su cuerpo.  Pero de eso ya han pasado tantos meses -¡años!- que a Ana María la tristeza se le viste de sonrisa  contenida, pues aún no sabe cómo llora o sonríe el humo negro y teme equivocarse.  Los recuerdos se disipan porque de nuevo esa indescriptible sensación embarga su nebulosa constitución; mira a la ventana y alcanza a ver, por la hendija que dejan las gruesas cortinas un resplandor extraño, casi enceguecedor.  Se levanta lentamente, hoy no enciende las improvisadas lámparas de combustible orgánico que aprendiera a hacer para iluminarse luego de la crisis energética. Camina, a tientas, hacia el balcón de su pequeño apartamento con vistas a la zona comercial del centro de la ciudad.  Esta vez lo hace no porque la oscuridad no la deje ver, sino porque un brillo extraño la enceguece.  Oye algarabía en las calles. Al abrir la portezuela que separa la salita del balcón, un dolor deslumbrante penetra el humo se sus ojos.  ¡Brilla el sol!  ¡Nuevamente, después de tantos meses de noche artificial, vuelve a brillar el sol!.  Ana María se tambalea y recorre muy lentamente los tres pasos que mide el ancho del que ha sido su palco de distracción por tanto tiempo.  Ahora reconoce esa sensación que la confundió al despertar, es aire limpio.  La algarabía, difusa ante la propia emoción, vuelve a llamar su atención.  Abajo, entre gritos y vítores, ve cómo se disipan, como a pedazos los seres de humo.  Una ráfaga de aire fresco la invita a respirar profundo. Una bocanada. Duele el pecho, ¡pero qué dolor tan delicioso y exultante! Otra bocanada, esta vez más pausada y lenta, cómo quien degusta un delicioso manjar.  ¡Sí que duele!  Y se siente como un hueco en el pecho, como el hueco que ahora tiene en lo que fuesen sus pulmones.  Otra bocanada, otro hueco. Y esa sensación -¿o certeza?- de ser más volátil y libre que nunca.  Una inhalación más -¡solo una más!, se promete falsamente a sí misma- y mira al sol.  Otro soplo de brisa fresca la invita a violar la promesa recién formulada.  Y el deseo intenso de ser nube se funde con el dolor que marca cada nueva oquedad en su existencia, tras cada exhalación.  Tocan a la puerta.  Traen el antídoto, o algo así gritan... "¡Aléjese del balcón!", grita una voz recia... "¡Vamos a entrar!", exclama quien parece liderar al grupo. Etérea y ya casi inexistente, Ana María se deja seducir por la frescura, por la luz, ¡por la vida!... Y respira.

Los rescatistas que, ataviados con trajes de aislamiento y protección de máximo nivel derrumbaron la puerta del pequeño apartamento de dos ambientes y un ventanal, encontraron aquella estancia regada de un polvillo negro, muy negro.  No hallaron a sus habitantes ni indicios de su existencia,  apenas pudieron ver un montoncito de hollín en el piso del balcón, justo antes de que una ráfaga de viento la hiciera volar en un remolino que se elevó hacia el límpido cielo.

B. Osiris B.

Él y aquel

Él y aquel

Él le envidiaba a aquel esa hermosa familia.  Ese par de muchachitos sonrientes y el que venía en camino.  Le envidiaba aquella a la que consideraba la mujer más hermosa del mundo.  La casa espaciosa y tranquila, el frondoso limonar del patio, la silla en el pórtico.
Aquel le envidiaba a él la libertad ansiada.  El poder viajar sin ataduras. La oportunidad de llevar a la cama a esta mujer u otra.
¡Cómo es la vida!  ! Cómo somos los seres humanos!  
No hay manera de tenernos contentos, conformes, plenos.
Yo aquí pensando en la serie que comencé a ver.

Patricia Lara Pachón

La norma


No es que no estuviera de acuerdo.  O que lo estuviera.  De nada serviría estarlo o no.  La norma era la norma y había que acatarla.  Por absurda que le pareciera.  Igual en su cabeza conspiranoica la idea de un virus tal letal no cabía como única y real explicación.
Algo se cocía a fuego lento mientras el temor o mejor el terror los mantenía entre las cuatro paredes de sus hogares.  Algo que no entendía a plenitud pero que le ocasionaba un tremendo desasosiego.
La vida transcurría hasta rápidamente.  Los días se sucedían con amargo rigor. El clima iba cambiando.
Explicación no había... Había miedo.

Patricia Lara Pachón

Cuentos de cuarentena

Hoy

Hoy

Tenía necesidad de salir.  Por un lado quería comprar un antojito para el almuerzo y por otro, quería caminar.  
No ir lejos siquiera.  Tan sólo salir a caminar.  A una velocidad tal que se pensara que había salido a ejercitar el cuerpo cuando en realidad había salido a darla un respiro al alma.
No sirvió tanto.  Pero el esfuerzo se hizo.  Se trató.
Feliz día.
Yo
Patricia Lara Pachón

Mamá

Mamá

No fue la madre que pensé debió ser
(a mi modo de ver por supuesto)
No derramó amor sobre nosotros sus hijos
Nos cuidó y ¿amó?
Muy a su manera.
Ella seguramente
No tuvo la madre que deseó
Así que sin ejemplo
Ella no supo serlo.
Hoy
La madre equivocada 
Soy yo
A pesar de intentarlo
No pude.
Arduo trabajo nos toca a las mujeres
Intentar ser
Evitar ser
Como nuestra progenitora fue
Dando de nosotras lo mejor
Lo peor
Y como quiera que sea
Somos madres.

Patricia Lara Pachón

Y me callo

Y me callo

Usted se va
y, con usted, mi calma
y la poquísima razón
que tal vez me asista.

Me deja, sí, 
un temor profundo
un llanto interno
que ya es diluvio en el alma.

Y se anegan los ojos
y culpo al humo 
que, inocente, le sirve de coartada a estos ojos
que le quisieran proteger.

Pero le parí libre
hasta para causar mi llanto
que, infundado o no,
siempre aguarda su regreso para volver a salir
por las mismas y diferentes razones.

Usted se va.
Yo me quiebro y callo.
Porque el grito de mi angustia
sería muy elocuente.

B. Osiris B

sábado, 9 de mayo de 2020

Comensales

Comensales

Y si la niebla se va,
y si la bruma se aparta,
el sol te inunda la vista,
pero el miedo sigue allí,
nublando el paisaje;
porque es el monstruo
que sientas a tu mesa cada día. 
Lo avivas, lo alimentas.
No vives sin él.
No vive sin ti. 
Te consume

B. Osiris B.

Inagotable

Inagotable

Inagotable fuente de abrazos no fue mi madre.
Escasos siempre.
Las lágrimas tampoco fueron permitidas en casa.
Era criminal casi
Afearse con ojos inflamados y cara hinchada.
Un eso está bien se escuchó poco allí.
Hogares todos
Diferentes todos.
Unos tibios como nidos
Y otros fríos como rocas del glaciar más gélido.
Cada quien vivió como pudo.
Y aquí estamos.
Vivos.
Para sobrevivir a lo que venga.
Con la mirada al frente
Las manos empuñadas
Y en la voz una frase.
-Recurrente-
"Póngala como quiera."

Patricia Lara Pachón

Lluvia

Lluvia

Ven, pausadamente,
a mi tierra,
ven sin prisas y con mesura
a regar las simientes
de la luz en sus entrañas,
a lavar la faz -y el alma-
de quien en paz te espera.

Ven, que el manantial te aclama
y por ti espera el riachuelo
para dormir ahíto de tus prístinas gotas,
para renacer en ti.

Y luego, en súbito adiós,
levanta el vuelo, silente,
para que el lecho durmiente
de los ríos, en tributo, te recuerde.

B. Osiris B.

Se busca

Se Busca

Cada día la anciana deambula por los rincones de una estancia en la que retratos, espejos, ventanas y mobiliario están cubiertos de sábanas y polvo. De vez en cuando levanta la esquina de uno de los tendidos, como quien espera hallar a alguien debajo.

Al cuarto para las cuatro se detiene, va a la terraza  donde toma una inexistente té y unas pretendidas galletas. Pasada media hora, recoge sus pensamientos vuelve a mirar el camafeo que atesoraba en el bolsillo izquierdo de su vestido camisero, único recuerdo de la bella y lúcida mujer que fue, y emprende nuevamente su búsqueda. Y se busca.

B. Osiris B.

Germinados

Germinados

Le dije a mi hijo que no había logrado hacer germinados con las lentejas que preparé el domingo.  Me miró asombrado y me dijo que con lentejas cocidas no se hacían germinados. A menos que fueran de hongos.  Jajajaja.  Me reí y le dije que era una broma.  Me miró de nuevo y muy serio me respondió "es que con usted nunca se sabe".  Jajajajaja

Patricia Lara Pachón

Luna de miel extendida

Cuentos de Cuarentena

-Luna de miel extendida -

La boda civil, el 11 de marzo, fue sobria e íntima; la eclesiástica, dos días después, elegante y un poco más concurrida. 
Fue temprano, con una misa muy solemne en la terraza de un conocido hotel que da al amplísimo salón de fiestas donde luego tuvo lugar la celebración,  todo trapo, tal como Nela lo había pedido.

 La celebración, una mezcla de clichés viejos y modernos, con el esplendor de la opulencia de quienes ostentan un nivel de ingresos muy por encima del promedio de cualquier mortal en la ciudad, no escatimó en la diversidad de canapés, bebidas y otros divertimentos.

A eso de las dos de la tarde, luego de que se repartieran recuerdos y cotillones, se repartió la torta -que casi ve el piso antes que los platos de los ebrios comensales- y, entre chanzas y risas se lanzó el bouquet de la novia.  Le tocó a Mikaela, hubo un silencio incómodo en un lado del salón de fiestas, aquél en el que de hallaban sentados los familiares que sabían de su enfermedad. Alguien dijo algo jocoso y se superó el silencio que pareció eterno.

A las tres de la tarde partieron los novios a una primera escala en un pueblito muy humilde y bastante aislado de la costa, (con poquísimas comodidades, pero con unos paisajes preciosos, decía la web desde la que reservaron) donde pasarían el fin de semana buceando, para luego ser recogidos por el yate del primo Freddy, rumbo a una isla del Caribe... ¡Primero querían desconectar!

Llegaron con el atardecer.  Efectivamente, era un pueblo pequeño, la costa no estaba tan cerca y el silencio, inicialmente les pareció agobiante. Una mirada a la casucha donde se quedarían esas dos noches les confirmó que no había TV, aire acondicionado, ni calentador. Había, eso sí, un radio y una linterna, velas, fósforos y una pequeña cocina a gas de dos hornillas, una sartén y dos ollas pequeñas.  Completando el menaje, se hallaban dos platos, un tenedor, una taza y un cuchillo, colocados cuidadosamente sobre un harapiento paño sobre la nevera de escarcha ubicada entre la puerta y la cama, en un esfuerzo por aprovechar la única toma de corriente del lugar.

Nela y Javi se rieron hasta llorar, un poco por el alcohol, que no les había faltado durante el trayecto, otro poco por la certeza de haber sido estafados.

Se dijeron que serían dos noches, ¡y qué tanto eran dos noches para toda una vida juntos!  Y así, libando las mieles del amor y de la media botella de whisky que les quedaba, se dispusieron a disfrutar de su presencia mutua, hasta el amanecer.

El disfrute de la noche nupcial les hizo prolongar el sueño un poco más allá de la hora en que el sol les recordó que el techo era de zinc y que no había aire acondicionado. Se saludaron con cariño, querían darse un baño, recorrer el pueblo y aprovechar lo que quedaba de sábado. 

A dos meses de su llegada, Nela y Javi ya no sé ríen como aquel viernes 13. Aún habitan la casucha, que ya empiezan a adornar con flores silvestres que arrancan por una ventanilla. No, el yate no llegó. Saben de una cuarentena que les prolongó la luna de miel, que los retiene allí, entre mangos, plátanos y olor a leña quemada, en un pueblo donde dos veces al día les dejan en la puerta un cubo de agua, una jarra con hielo, dos pescados fritos, un plátano verde sancochado, porque de la casita no se permite salir.

B. Osiris B.

No hay prisa

No hay prisa

Me escriben un mensaje en el que me dicen "no hay prisa".
Pero, si la hay.  La gente necesita dinero para comprar las cosas necesarias para vivir. Es bien cierto que hay cosas que no lo son.  Pero lo básico cuesta.  Y lo básico es alimentación, salud, vestido, recreación e incluso ocio.
Todo cuesta.
Mientras estás encerrado en tu casa usas todas esas cosas y aún más.
Mientras estás encerrado en tu casa y gastas lo que tienes te preocupas sin poderte ocupar.
Dios nos bendiga.

Patricia Lara Pachón

Desde el balcón

Desde el Balcón

Se ve pasar la vida
y transcurre la espera,
adornada con guirnaldas
de temor y desasosiego.

Se avizora la esperanza,
vestida de luto,
bañada en el perfume de la incertidumbre.

Desde el balcón
la duda asalta al futuro no nacido
y se teje una nueva maraña de pesares por venir,
o no.

B. Osiris B.

El miedo

Miedo

El miedo
Camina libremente por la tierra.
Las personas encerradas
Le temen
Y lo ayudan a crecer
Y crecer
Lo alimentan.

Patricia Lara Pachón

Balcones

Balcones

Las gentes salen a sus balcones
y cantan como aves tristes.
Los apartamentos
son jaulas impuestas
por el miedo.
El temor camina por la tierra.

Patricia Lara Pachón

Anécdota IV

Anécdota IV

Hace unos cuantos años fuimos invitados a un festejo.  Era el cumpleaños 50 de una amiga cuya familia era muy cercana a la nuestra.
El esposo de ella había estudiado con el mío y nos frecuentábamos.  Además habían otras familias que pertenecían al  mismo grupo de egresados.
Regresando al tema del cumpleaños debo aclarar que la señora en cuestión era amante de los Beatles.  Así que le hicieron la fiesta con esa temática.
Algunos de los invitados, más aficionados se vistieron con ropas que semejaban las de la época.
En algún momento de la reunión el novio de una de las hijas de la señora, se dedicó a cantar las canciones de ese grupo musical.  Acompañado claro está de otros tres personajes.
En realidad lo hacían regular tendiendo a mal.  La gente se miraba entre ellos sin saber qué hacer.
Yo me dí a la tarea de aplaudir, vitorear y hacer hurras.  
La presentación musical debía terminar al interpretar el cuarto tema.  Sin embargo yo les había aplaudido tanto que ellos amablemente decidieron repetir una de las canciones ya que yo las había disfrutado mucho.
Creo que los demás invitados a la fiesta terminaron odiándome.
Lo bueno del caso es que hice felices a los músicos jajajaja

Patricia Lara Pachón

viernes, 1 de mayo de 2020

Veneno

Veneno

Destilo mi veneno
con premura sin par.
Me gusta, lo disfruto.
lo gozo con pasión.
Quizá es la manera
de sacar de mi mente
aquello que me daña.
qué necesidad tienen
de causarme dolor
si saben que a aquellos 
que me agreden
le clavo mi aguijón.

(Puedo parecer un ángel, pero a veces; a ratos soy un demonio yo)

Patricia Lara Pachón



Mamita

Mamita

Cada tanto
O quizás cuando la necesito.
Yo la visito en sueños.
A veces está tranquila
Una mano sobre la otra mano
A veces usa una aguja
Y veo que pega botones
O cose descosidos.
En otras oportunidades
la casa está revuelta
hay polvo por todos lados.
Las paredes de bahareque
se ven recién encaladas.
hisopo y cal es lo que usa.
(no sé porqué le gustan esos elementos)
Las puertas rojo vibrante,
los corredores atestados de muebles.
Anoche
Fue así
Siento cuando esto sucede
que espera a alguien
que pronto llegará.
Me mira con amor
Amor de abuela
(Dicen que el más grande que existe)
Te amo María la O



Patricia Lara Pachón

Daño colateral

Daño colateral

El día 39 de la cuarentena, Alicia, cincuentona casada, con tres hijos y de profesión de oficios del hogar, ya estaba hastiada del encierro.  Resuelta a hallar un poco de diversión, se dedicó a tomar para sí todos los memes y juegos de palabras que sus contactos publicaban y, sin que mediara filtro de pertinencia o conveniencia, se dedicó a colocar cada uno de aquellos pseudo mensajes, a cual más escandaloso, grotesco y ofensivo, en sus propios estados, lo que le granjeó no pocas enemistades, porque -no conforme con publicarlos- se dedicaba a defenderlos a ultranza públicamente y en privado, recurriendo para ello, si era necesario a insultos, vituperios y palabras altisonantes.  Otros, los menos, optaban por ignorarla o, en última instancia por bloquearla; ¡vamos, que ya era suficiente el encierro como para encima gastar energías filosofando acerca de memes, algo absurdo por antonomasia!
La madrugada del día 47 la sorprendió, insomne, leyendo y publicando los ya famosos memes.  A las 4:30 a.m. se leía en su estado: "No te me vayas a morir antes de conocerte, futuro amor de mi vida; donde quiera que estés, no salgas de casa bb".
No faltó quien le escribiera en privado algo jocoso, haciendo mofa de su marido y de su matrimonio de más de veinte años; también hubo quien quiso criticar que, siendo una mujer casada, publicara tal mensaje... Esta vez ninguno recibió respuesta.
Doce horas más tarde, la policía científica informaba de una muerte... "Daño colateral de la pandemia", se oyó decir a uno de los criminólogos, que salía de la amplia sala donde solía amanecer los últimos días la señora de la casa y en la que ahora yacía su cuerpo, boca arriba, ahogado tal vez por el teléfono celular que apenas se adivinaba en borde de sus labios.
Los tres hijos, ya adultos y en tierras lejanas, debido a las restricciones de circulación, no pudieron asistir al sepelio de su madre, ni al juicio de su padre.

B. Osiris B

Nube de mariposas

*Nube de mariposas*

A lo lejos, en la cima de la colina más prominente del poblado, se divisaba, contrastando con la incipiente oscuridad que sucede al ocaso, a una joven de largos cabellos negros y figura estilizada que parecía flotar entre sus blondas vestimentas, mientras deambulaba por el que fuera el pequeño campo florido donde acababa de deshojar aquel clavel blanco, cuyos pétalos un súbito soplo de brisa arrancó de su mano y ahora volaban pradera abajo entre luciérnagas y mariposas. 

Desde las calles del pueblo la impresión era la de una brillante nube de mariposas amarillas de todos los tamaños que amenazaba con engullirla; tal era su brillo y volumen, que medio poblado emprendió el recorrido, presuroso para socorrer a la joven doncella.  

Iban conteniendo la respiración por el asombro unos, sofocados por la carrera, otros.  Al llegar a pocos metros de su ubicación, ninguno de los presentes fue capaz de dar un paso más, tal era la magnificencia y el esplendor de aquella vista y lo enceguecedor del brillo de aquel amarillo intenso.

Los murmullos del pequeño tumulto de personas, hicieron que la joven se volteara, sorprendida, saliendo de su ensimismamiento. Al reconocer a su tan querido pueblo, a sus tan amados amigos, salió de su boca un gritito y un suspiro de alegría, acompañado de una bocanadas de mínimas  mariposas amarillas que al vuelo crecían, elevándose a las alturas y revoloteando entre aquellas gentes que, superada la sorpresa del momento, sonreían jubilosas por la belleza que inundaba sus ojos ante tan hermosa visión.

Cuentan que aquella noche duró 24 horas.  Fue la noche en que llovió polvo de oro en el legendario pueblo, la noche en que Remedios bajó de su morada celestial por una vez para bailar, alegre por las calles del pueblo, suspirando mariposas. La noche que dio origen a la bonanza que aún hoy se vive en Macondo... ¡La noche de las mariposas amarillas!

B. Osiris B

Suspiro

Suspiro

Y fue en esa exhalación profunda
En la cual ella expiró
hasta la última mariposa amarilla.
Una a una fueron llenando
La habitación
Todo el espacio
En ese, su último suspiro
también murieron ellas.



Patricia Lara Pachón

Once años

Once años

Noté hace unos días, y mirando precisamente el blog que hace 11 años tomé la decisión de escribir aquello que me llama la atención, aquello que me parece curioso, aquello que necesito entender; aun cuando no lo logre.  
Hace 11 años que derramo letras a diestra y siniestra y que son egoístamente mías.

Patricia Lara Pachón

Volantes

Volantes

Estaba en la puerta y veo un señor dejando volantes.  Veo no sin estupor que a pesar que trae una mascarilla, la tiene ubicada en la barbilla.  Veo con asombro y asco como pone sus dedos en la lengua para humedecerlos y así agarrar más fácil el papel. Lo miro sin saber si entrar y cerrarle la puerta en la cara o si mejor no recibirlo y hacer que siga adelante.  El hombre no intenta siquiera darme el papel en las manos. Él se agacha y lo deja en el piso. Pero dentro de mi casa. Me pregunta cómo estoy y le respondo,  que muy bien, gracias.  ¿Y usted? Él contesta con una semi-sonrisa que formidablemente y con muchas bendiciones para mí.  Se las agradezco por supuesto.
Recogí el papel con guantes, lo metí en una bolsa y me lavé las manos.
Por favor.  No recojan papeles ni volantes que les hayan dejado abajo de la puerta sin usar todas las medidas de protección.
Saludos.

Patricia Lara P

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...