No es que no estuviera de acuerdo. O que lo estuviera. De nada serviría estarlo o no. La norma era la norma y había que acatarla. Por absurda que le pareciera. Igual en su cabeza conspiranoica la idea de un virus tal letal no cabía como única y real explicación.
Algo se cocía a fuego lento mientras el temor o mejor el terror los mantenía entre las cuatro paredes de sus hogares. Algo que no entendía a plenitud pero que le ocasionaba un tremendo desasosiego.
La vida transcurría hasta rápidamente. Los días se sucedían con amargo rigor. El clima iba cambiando.
Explicación no había... Había miedo.
Patricia Lara Pachón
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