jueves, 27 de noviembre de 2014

Luz




Los perros ladraban, avanzaban enseñando los dientes y luego reculaban asustados con la cola entre las patas y con la cabeza gacha, para retomar los ladridos con ahínco de nuevo.
Desde la ventana del cuarto y a través de la cortina los intuía.  No lograba entender el motivo pues no veía nada.  Absolutamente nada que les pudiera producir tanto temor y ganas de agredir al mismo tiempo.
Al cabo de un buen rato de poner atención, de escuchar con cuidado y de no entender los motivos cayó en la cuenta.  ¡Que iba a poder ver si había nacido ciega!

Patricia Lara P.

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