Me descubro en los ojos
del niño que eleva
una cometa,
en la cara arrugada
del viejito que
relee una carta de antaño.
En las manos
abiertas
del que lo entrega todo,
del que lo entrega todo,
y en el temblor de
aquel
que es quien lo
recibe.
Me descubro en el
sol amarillo,
en las nubes
doradas,
en las hojas que se
mecen al viento,
en las que ya cayeron
y crujen bajo los
pies saltarines
de un niño;
o de un no tan niño
sonriente.
En el agua que
canta
saltando
piedrecillas.
En el viento que
acaricia tu piel
y me trae tus
suspiros.
Patricia Lara P.
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