Llegó rendida de cansancio pero feliz. Los había deslumbrado a todos con su hermosura. Uno admiraba su cabello tan rubio y abundante, otros el color de sus ojos, unos más su cuerpo tan esbelto y bello; tanto así, que parecía esculpido por el mismo Miguel Ángel.
Ya en casa aun
sonriente se disponía a darse una ducha bien caliente; se empezó a
desnudar, dejando sobre la cama, el brasier de realce, los hermosos pantis con
relleno en la nalga; luego se fue quitando
una a una las extensiones de cabello hasta dejar en su cabeza; unos cuantos
mechones tristes, grises y maltratados por el uso y el abuso de la plancha y el
secador. Los lentes de contacto fueron retirados con cuidado y puestos en
su caja protectora, al igual que las largas pestañas. Los zapatos altos
la dejaron 10 centímetros abajo de lo esperado y al retirar la faja pudo
respirar más tranquila dejando al descubierto una panza colgante y blandengue.
Se miró al espejo;
reparó en sus fallas y sonrió pensado en las citas que tenía para la próxima
semana. Dos, tres, o unas cuantas más.
¿Cuánto tiempo les
tomaría a aquellos hermosos señores enterarse del engaño? No le
importaba, igual disfrutaría el tiempo que fuera y cuando la dejaran, volvería
a iniciar de nuevo.
Patricia Lara P.
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