Se fue por el camino de los recuerdos, deambuló rauda por unos y tan despacio por otros que apenas si se apreciaba el movimiento de sus pasos. El pecho subía y bajaba, el corazón parecía querer salirse, los labios se secaban y tenía que constantemente irlos remojando con la lengua roja, jugosa, gustosa.
Recordó el momento
mismo en el que lo conoció. Sus ojos oscuros brillantes, su cabello lacio
y abundante, su caminar lento pero masculino. Y de pronto también se
acordó de su boca. Tan dispuesta a los besos, lentos, largos,
apasionados. Su sabor regresó a su pensamiento y los disfrutó de nuevo.
Sacudió de su mente
sus recuerdos, les dijo no regresen, se conminó a olvidarlo, a
olvidarlos.
Hoy reposan para siempre en una caja
gris, en un estante oscuro, lejos de los demás. Perdidos para siempre.
¿Olvidados?
Patricia Lara P.
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