miércoles, 2 de junio de 2021

429

 Uno suave, para cambiar un poco el tono de los últimos cuentos:


*Cuentos de la Cuarentena*
_*429*_
Un año, dos meses y tres días de mutua compañía acabaron en la mañana del nueve de mayo.  Como tantos amaneceres de ese tiempo, Siria se levantó cansada de sentirlo rondar por la casa, meterse en su cama y desvelarla hurgando en sus adentros, usándola una y otra vez como un objeto. Y lo odió.  No podía siquiera imaginar cómo lo dejó apoderarse de ella de esa forma.  ¡Es que parecía tan cercano y tan solidario cuando empezó la pandemia!  
Al principio estuvo siempre a la mano para ella, un compañero del día a día en tanto tiempo de confinamiento, un aliado que la preservó.  También estuvo muy cerca, en su cabecera, cuando Siria enfermó.  Y se aseguró de no dejarla exponerse a familiares ni amigos.  Luego, gracias a sus consejos y previsiones, el distanciamiento social se tornó en aislamiento: ya no salía a la verja a buscar el periódico, ni a botar los desperdicios, o a su caminata semanal (que luego fue mensual..  trimestral e inexistente).  Siria estaba segura de no amarlo, ¡ni siquiera de quererlo!, pero igual no se atrevía a nada sin él.  Hasta este amanecer del 19 de mayo cuando, cansada de tanto desasosiego, se levantó, se puso guapa y, abriendo de par en par  las ventanas de su cuarto en la segunda planta, lo hizo salir en volandas con el primer rayo de sol.  
Con el canto de los pájaros salió a dar su primer paseo de los últimos seis meses. Caminó cuatrocientos sesenta y nueve pasos, o al menos eso creyó; y, a cada paso, lágrimas gruesas de un color azul intenso brotaro de sus ojos, hasta formar un riachuelo azul violáceo en el costado derecho del vasto jardín que siempre le recordaría la muerte repentina de su compañero, el Miedo.  
Caminó río arriba y lejos, en un recodo cercano a la montaña, se sentó en la orilla a contemplar el discurrir apacible del agua.  Enjugó en la corriente helada las últimas lágrimas, mezcla de duelo y alegría.  Se acercó lentamente al borde, queriendo ver su reflejo y sumergió su cara en aquel cristalino y provocativo líquido por unos instantes. Se levantó bruscamente, sacudiendo la cabeza hacia atrás, para descubrirla allí, muy cerca.  Se abrazaron con la ternura fraterna de dos hermanas y, en silencio, volvieron a casa para limpiar un poco, ventilar mucho y juntas, Siria y su Soledad, vivir y reír, no hasta mañana, no para siempre, ¡apenas para cada día!

B. Osiris B

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