Sentada meneando su
colita, con una estrella de mar enredada en su rubio cabello, la niña miraba al
cielo. Se le dificultaba pues el agua azul verdosa, las algas y los
peces; obstruían mucho de lo que arriba pasaba. Le habían prohibido subir
a la superficie y por eso mismo estaba obsesionada con ver lo que ahí pasaba.
A veces si se
concentraba mucho veía las aves volar, una que otra sumergirse y entre su pico
atrapar a un pez incauto.
Deseaba volar, ver
todo el mundo. No aquella parte en la que se encontraba como atrapada,
sino todo el mundo.
A veces también se
llegaba hasta la orilla y miraba la gente. No eran muy diferentes de ella;
y sabía que perfectamente podía camuflarse entre ellos pues había notado que
cuando tocaba tierra le desaparecía su hermosa y brillante cola y le surgían
dos bellas piernas largas y fuertes. Ya había intentado ponerse de pie y
no era para nada difícil. Lograba dar pasos inseguros sí; pero con el uso
y el ejercicio sabía que lograría dominar plenamente la técnica de caminar como
lo hacían aquellas personas.
Pensaba que si
subía a un sitio alto también le saldrían un par de alas blancas y brillantes,
que reflejarían hermosamente el color del sol, y eso era lo que ella deseaba hacer. Las
piernas eran útiles y buenas pero ella quería ir más lejos aún.
Se pasaba pensando
y maquinando la forma de escapar por un buen rato para tener tiempo de
constatar lo que se le ocurría y poder de esa forma entrenar sus alas.
Las imaginaba tan brillantes como su cola y tan fuertes como sus piernas y
deseaba recorrer con ellas el ancho y vasto mundo.
Por fin, aquella
noche; cuando todo el mundo dormía, ella salió a la playa, trepó con dificultad
la ladera de la verde montaña y desde el acantilado se lanzó extendiendo los
brazos. Cayó. A una velocidad tal
que pensó que volaba. Pero no; se estrelló ruidosamente contra las rocas
puntiagudas que la esperaban. No alcanzó a exhalar un suspiro siquiera y
el dolor se apagó de pronto.
A pesar de lo que
los otros dijeran, ella; lo había logrado. Nadó en su ancho mar, caminó
por arenas doradas y voló por aquel cielo azul.
Solo un instante fue suficiente para cumplir su sueño y ser plenamente
feliz.
Patricia Lara P.
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