Yo creo en Dios por
encima de todo en el mundo y no lo siento así mismo como un Dios sino como mi
padre amoroso.
Yo nací en un hogar
católico frío que se fue calentando -obligatoriamente- cuando mi hermano
decidió hacerse sacerdote. No por él, por supuesto, sino por mi mamá que
sintió que Dios la estaba de alguna forma juzgando y perdonando de todos sus
pecados.
Ella cambió y ahora
vive orando o rezando o purgando culpas y tratando de que perdonemos sus
errores. Pero en mi caso en particular soy consciente de que soy la mujer
que soy gracias a ella -lo bueno, lo malo- de ella y claro, mío también.
No sé si me hago
entender, pero esta relación familiar fue muy traumática y me marcó y me duele
en el alma todos los días de la vida. Pero sé que debo vivir con ella y
dar gracias también por eso.
No voy a misa, no
comulgo, no hago oraciones como tal. Yo siento que mi relación con Dios
es directa y que me ama entrañablemente a pesar de todos mis defectos pues él
nunca me ha desamparado y me lleva bajo su sabia mirada.
Mis hijos tienen
libertad de pensamiento y estudian mucho y leen y toman sus decisiones a
sabiendas de que jamás deben dañar a otro teniendo el claro conocimiento de que
lo hacen. Es como lo principal y básico para mí.
Yo creo que hay muchos caminos pero un solo Dios verdadero y siento que
la mejor forma de dar su testimonio es tratando de hacer las cosas lo mejor
posible.
Patricia Lara P.
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