domingo, 12 de octubre de 2014

La estrella fugaz





Se acurrucó despacio.  Como si el peso del mundo lo impeliera a hacerlo, y se quedó mirando al suelo como si en ello le fuera la vida.  No prestó atención a nada de lo que pasaba a su alrededor pues su mundo en ese instante era solo eso.  El suelo y él ocupando el menor espacio posible.  Una hormiga parecía magnífica a su lado.
De pronto fue cayendo en la cuenta de que el tiempo había pasado.  Que el sol que antes le había quemado  la cara que ahora le ardía con fuerza había desaparecido y en su lugar una luna redonda y brillante estaba. 
Se perdió en la negrura de la noche y deseó ir saltando de estrella en estrella.  De pronto, como si de una aparición se tratara; una de ellas fue cayendo despacio; como en cámara lenta; cruzando el firmamento.  Y un destello de luz iluminó su mente y deseó... deseó, que todo lo que le había dolido desapareciera.  Que el día que se había acabado nunca hubiera existido o que apenas iniciara para hacer las cosas de nuevo.  Pero en este momento hacerlas bien.
Al instante siguiente se encontraba en su casa; en su cama; el despertador sonaba a las 7 A.M. como de costumbre y ella estaba a su lado.
Arrobado la miró; con el amor de siempre y fue ahí cuando se dio cuenta que nada había cambiado.  Ella estaba cubierta de sangre, arropada a su lado como la había dejado antes de dormir.  El cansancio se había apoderado de su cuerpo y tuvo que hacerlo.  Ahora; despierto de nuevo el día iniciaba y solo le quedaba huir, correr hacia aquella calle ardiente y hacerse lo más pequeño que pudiera.  Agacharse despacio, soportar el sol inclemente y de nuevo la noche y la luna y las estrellas y aquella fugaz que lo llevaría de nuevo al principio terrible de aquel día nefasto.
Patricia Lara P.

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