jueves, 30 de octubre de 2014

Aquelarreando ando





Yolanda, María del Carmen, María Teresa, Gilda, Lupita, Sandra, Elvia, Laura (dos por mas señas), Kathy, Doris, Osiris, Gabriela, Claudia, y la Patricia, también. Eran señoras normales que habitaban  en casas normales con gente normal y mascotas normales.
Lo que nadie sabía era que en Octubre ellas empezaban a dejarse crecer los pelos del lunar de su nariz y su barbilla.  Las cejas en desorden proliferaban, las uñas les crecían sin medida y algo negras lucían.
Se las veía ir de un lado para el otro, compraban telas muy negras y cintas y mucho encaje.  Las veía uno pasar al mercado popular a comprarse una escoba.  ¡Era raro!  Buscaban y rebujaban hasta que  por fin encontraban una muy enrevesada.  El palo largo y torcido y las mechas despeinadas.
Se las veía mirando por el rabillo del ojo y empezaban a cojear y a renguear sin ton ni son. 
Veían a los niñitos de sus vecinas cercanas y jugosos en su mente ellas, los imaginaban. 
Tenían todas una apuesta y la reina del festín sería aquella señora que mejor cocido llevara, el más grasoso y salado, el más lleno de menjunjes, el que se acabara pronto y que todas más quisieran.
¡Era raro!  Muy, muy raro pues ya para fin de mes, el treinta y uno seguro.  Muy ancianas se veían.  Muy sucias; desarregladas.
La gente no imaginaba que a media noche de ese día; ellas cambiaban sus nombres Por unos más adecuados: Yolanduja, Maruja, Terruja, Lupituja, Sandruja, Lauruja, Kattuja, Doruja, Gabruja, Clauduja y Patuja.
Y esa noche, horripilante para unos, y la más feliz para ellas.  Disfrutaban el cocido del niñito de al lado –sabroso estaba por cierto-, de la niña de las trenzas y de ojitos dormilones (jaja), sazonaban las arañas, las ratas eran confitadas.  Y danzaban toda la noche siempre bien acompañadas.
Se dormían agotadas y feas como satán y despertaban hermosas, lozanas y femeninas.  20 años remozadas y restauradas también. 
E iniciaban el año alegremente y pensando entre sus dientes “el otro será mejor”.
Ya sus mentes se disponen a idear y maquinar, cuál será el niño más rico, más sabroso, más jugoso y delicado al paladar.
Los vecinos se preguntan porque estas señoras un día tan maltratadas al siguiente están tan bellas, tan sonrientes, delicadas.
Tirurin tirurado este cuento ha terminado.
(No esperen más de mí este año, que los sesos me quedaron exprimidos y arrugados) (jajajajaja)

Patricia Lara Pachón.

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