Aquel día funesto, conocedora que recibiría el último beso que él le daría. Lo recibió con gusto, sin prisa. Lo saboreó despacio y antes de que se disolviera en un recuerdo o en un suspiro, con las manos lo agarró. Corrió al jardín apurada y en una maceta previamente preparada con amor y gran cuidado; ella lo depositó. Con tierra muy abonada cual cobija lo cubrió. No fue necesaria agua pues lágrimas de dolor, abundantes le brotaron y remojaron la tierra, que con amor sin igual, acunaban aquel beso; ese su beso final.
Al cabo de un par de días, de cuidar
y remojar vio con asombro sincero que de la tierra brotaban un par de hojitas minúsculas
con forma de corazón. Que fueron creciendo iguales, entrelazadas y bellas, al
cabo de un mes exacto la plantica floreció. Una flor de un rojo intenso
que como labios se abrió.
Patricia Lara P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario