Dios en si infinita
misericordia me ha permitido ser ama de casa. Permanecer en mi hogar,
atendiendo a mi familia. (Algunos creen que las mujeres que lo hacemos
nos anulamos) yo no lo creo así y doy gracias por poder serlo.
Tengo un gato que
se llama Gustavo Adolfo Bécquer Lara y un hermoso jardín cargado de flores y en
un rincón disfruto de una fuente que no solo es hermosa a la vista sino al oído.
Hay también un árbol de brevas al que llegan las aves a cantar en la mañana y a
alimentarse de los dulces frutos que produce.
Hoy bajé atendiendo
alguna de las múltiples ocupaciones que me entretienen y veo a mi gato en mitad
del jardín mirando al cielo. Amo ese animalito y siempre lo
observo. Ya en la cocina escucho el ruido de un ave, no se puede llamar
canto pues lo que hace es como discutir. Me da un poco de temor pensar
que lo cazara el gato y salgo al patio y lo que veo me llena la cara de
sonrisas.
El ave, le alega a
mi gato. Parece que le recrimina que no lo deje estar tranquilo y
alimentarse a gusto de los dulces frutos. El gato lo observa sin hacer lo
que acostumbra. Ponerse en posición de cacería o de juego.
No puedo dejar de
darle gracias al creador por tanta belleza y no solo por ella sino por
permitirme a mí gozar de ella.
Yo también entonces
miro al cielo y le agradezco a Dios y llamo al consorte a darle las gracias
porque por su trabajo y a que gana lo suficiente yo puedo recibir esas
bendiciones.
La gente puede pensar que son nimiedades,
para mí son grandes maravillas y bendiciones.
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