miércoles, 14 de agosto de 2013

Los juguetes




A aquella pareja le encantaba el sexo.  Todas las oportunidades que tenían las empleaban en hacerse sentir rico y amado el uno al otro.  Compraban artilugios que iban acumulando en su cuarto que para efectos legales era su santuario.
Un enorme armario contenía juguetes sexuales de unos y otros tipos y formas y para una cosa y otra.  Los fines de semana se daban a la tarea de limpiar cada uno de lo que para ellos era su secreto y tesoro más sagrado.
Procuraban emplearlos todos.  No olvidar ninguno, para no solo satisfacerse mutuamente sino a sus adorados objetos, a los cuales les atribuían actitudes de seres humanos.
Sentían ellos que los consoladores de diversas formas y tamaños se podrían sentir heridos si no eran usados con frecuencia.  Y ni hablar de las esposas forradas en piel de tigre y de los hermosos látigos de diversos  colores y tamaños.
Usaban también un par métodos de protección pues lo que menos querían ellos era un tercero que llegara a interrumpir su amor y sus necesarias faenas llenas de amor y sensual sexualidad.
Pero, como no todo siempre es como uno lo desea.  El condón se rompió, el otro método falló y ahí estaba el intruso.
Inicialmente no tuvieron mayores problemas y pudieron continuar con su rutina, pero cuando el niño fue creciendo tuvieron que ponerle llave al armario y llego el momento en que incluso la misma se extravió y a ninguno de los dos le importó.  Es que con el intruso a bordo, el amor que empezaron a sentir por el mismo  y el cansancio que causaba cuidarlo 24 horas de las 24 del día ya no tenían tiempo de adorarse y de prodigarse todas esas caricias.
Pasó el tiempo y una noche tuvieron una terrible pesadilla.  Los artilugios querían castigarlos por haberlos dejado encerrados y sin uso alguno.  Vengarse por prácticamente haberles dado muerte por olvido.
Uno a uno salieron del armario, las esposas los ataron a la cama y los demás artilugios empezaron la labor de castigarlos. 
Al día siguiente el llanto del niño alertó a los vecinos, que llamaron a la familia.  Al entrar los encontraron plácidamente recostados en su cama.  Una sonrisa enorme en el rostro de cada uno.  El médico forense dijo que llevaban varias horas de muertos.


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