jueves, 15 de agosto de 2013

La bruja




Negro.  Negro era el gato.  Negras las uñas, negro el poco e hirsuto cabello que le quedaba en la cabeza y por supuesto la sumatoria de todo ese negro era su alma.
Hacía pócimas de desamor, venenos varios.  Maldecía gentes y desenterraba muertos para hacer sus maleficios.
Desde chiquitica ella había sido mala.  Apachurraba entre sus dedos cuanto insecto encontraba y si era más grande con una piedra lo maceraba hasta dejarlo hecho zumo.
Ni culpa tenía de ser tan mala pues había sido expulsada del paraíso sin saber ni porqué.  Un día corría sobre el tierno y verde césped y al siguiente estaba metida de patas y manos en una cueva húmeda y fría.  Tuvo que alimentarse de arañas, de ranas y demás rastreros que perdidos entraban a su cueva a protegerse del inclemente sol, para encontrar allí; solo la muerte. Después de un tiempo se olvidó de lo bueno  y terminó aceptando su destino.
No era un triste destino pues ella no conocía la felicidad –la había olvidado-  A veces a su mente llegaban destellos del paraíso aquel pero alejaba esos ensueños dando una sacudida de cabeza y regresando a sus pociones mágicas.
La gente la llamaba bruja y ella se dejaba llamar así pues no conocía otro nombre y además el tono despectivo no era usado en su presencia por temor a sus terribles maldiciones.
Había vivido tanto que suponía que la muerte se había olvidado de ella.  Hasta que un día; llegó hasta su puerta una mujer muy flaca, con una hoz en la mano y una mirada que no veía nada pero que a pesar de eso veía hasta el más recóndito lugar de su alma.  Y le dijo; "Es tu turno"
Ni por asomo lo habría sospechado, esa cruel vida; oscura y negra como ella era solo la escuela para ser quien sería.
¿Acaso uno no puede elegir su destino?  ¿Quién había obrado por su propia cuenta y la había conducido hasta este sitio y esta situación para que por fin ella fuera la mejor de las muertes?
No, ella se negaba a serlo pues a pesar de todo ser bruja, tener el alma negra y odiar a todo el mundo era lo que mejor sabía hacer y además era lo que quería seguir siendo.


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