Me dispuse a dormir. Era tarde, ya no siento sueño como antes pero igual hay que dormir y por supuesto la forma de hacerlo es ponerse el pijama, meterse en la cama y disponerse a dormir.
Tengo frío. Busco entonces un par de medias y mi cobijita de
imitación de piel de tigre (Recuerdo cuando siendo una niñita, con el dedo índice
y pulgar quitaba pedacitos de lana de la cobija y hacía bolitas que arrojaba
una a una al piso). La coloco abajo de la sábana y me envuelvo en
ella. Nada. Continúo con frío y dormir así es difícil. Ya tomé algo
caliente y puse más cobijas en la cama, finalmente logro dormir. Me
despierto sudando y sintiéndome helada. ¿Será psicológico el
asunto?
Vuelvo a dormir y no sueño nada. Me despierto de mal genio y
puteando al frío. Me quitaré este hielo con agua caliente pero, ¿y
el mal sabor que me ha quedado en el alma con qué me lo quito?
La gente dice que es mejor el frío que el calor pues para calentarse se
toma uno algo caliente y se abriga y para el calor después de que se quita uno
la última prenda ya no hay nada que hacer.
Pero no es cierto. Uno se puede abrigar todo lo que pueda y quiera
y si siente frío nada lo calmara.
Detesto el frío. Soy una mujer
sol y aire libre y viento y cabellos revueltos y risas y sonrisas y por
supuesto carcajadas. No una mujer encierro, abrigos, bufandas guantes y
tristeza.
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