viernes, 12 de julio de 2013

Una horita




¿Recuerdas aquella historia que contaba Gabriel?  Esa donde al último de los Buendía se lo estaban comiendo las hormigas... ¿No lo recuerdas?
Entonces tampoco leíste alguna vez en esos diarios sensacionalistas que en barrios muy pobres, donde abundan las basuras, los insectos y demás bichos; a los bebes recién nacidos que sus padres dejan solos un rato se los comen las ratas.
Pues fijate tú que llegó a mi mente una historia casi igual de trágica.
¿Viste esas cabañas al lado de los bosques y de un lago placido?  Esas que tienen un hermoso embarcadero y una lancha flota amarrada al lado.
Pues mi historia tiene lugar allí.
La imagen es hermosa, no lo niego.  Ella, la madre tiene un bebe precioso, es la luz de sus ojos y lo cuida con gran esmero.  Una noche de tormenta... mucha lluvia y truenos.  Ella se llena de temor.  Esta sola con su bebé dormido en brazos y se mece en una silla que chirrea un poco.  Se va adormilando y temiendo dejar caer al niño se dirige a la cama.  Tiene un sueño atroz... decide dormir una horita y despertarse luego a encender el hogar y tener caliente la cena de su esposo.   Supone que el llanto del niño pidiendo su alimento la despertará.  Sabe que cada hora el bebé exige su comida y eso la tranquiliza.
Va entrando en un sopor extraño, siente que abandona su cuerpo y pierde el sentido de las cosas. 
Al cabo de lo que para ella es un rato se despierta.  Siente que durmió bien y que descansó mejor.  Se estira mirando a todos lados.  La cabaña ha cambiado.  Está llena de musgo y de plantas, la humedad satura el ambiente.  Gotas de agua destilan del techo y caen sobre todo.  Ella misma está muy mojada y algo adolorida.  Sus manos arruadas de humedad la asustan.  Mira a su lado y ahí está él bebe... duerme plácidamente.  De pronto en medio del espanto ella observa que de su naricita y boca salen gusanos.  Babosas de agua lo han convertido en su hogar.

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