jueves, 11 de julio de 2013

El cisne vuela

Alexia mira el limpiaparabrisas y sonríe. La turbidez del cristal no la perturba, al contrario, al ver aquellas gotas rojizas esparcidas en él la hacen sentir libre y contenta. Sobre el capot, Leandro yace y aún da muestras de los últimos estertores. Pide ayuda, pero no la conseguirá: su esposa, que acaba de arremeter en su contra con el vehículo que ambos están pagando por cuotas, es la única persona cercana en más de diez kilómetros a la redonda. Por la mente de Leandro cruza una vorágine de recuerdos: cuando se conocieron, la primera pelea, el primer golpe, las continuas agresiones… Quiere pedir perdón, pero ya es muy tarde, puede verlo en la sonrisa que se asoma a través del cristal ensangrentado. De repente, un sonido que será el último recuerdo de esta vida: rugir de motores –acelera nuevamente-, dolor incesante, un frenazo y un vacío súbito. De camino a la frontera, Alexia agradece la lluvia providencial que le evita lavar el carro para eliminar los rastros de sangre. Ante el recuerdo del cuerpo inerte de Leandro, tirado en la barranca, sonríe una vez más y sube el volumen al reproductor. Acelera y tararea: “veo un cisne volar a través de las aguas del manantial pretendiendo abrazar la tierra entera…” Al escuchar esa melodía de “Azúcar, Cacao y Leche”, evoca su juventud, vuelve a sentirse joven ¡y libre! Alexia vuela en su auto, ríe a carcajadas y trata de olvidar que aún le duele el cuerpo por la última paliza. Se dice para sus adentros “fue la última, esta vez sí” y canta: “majestuoso se va a otras fronteras”… “el cisne ya no volverá” se oye en la distancia y ruge el motor en medio de la lluvia.
B. Osiris B.

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