Acabo de recibir una iluminación.
Estoy en la cocina afanada. Preparo una especie de torta de
plátano (los dejó mi cuñada este fin de semana y debo usarlos; no me gusta que
se desperdicie la comida), y claro también el resto del almuerzo.
Escucho como entre sueños el timbre y claramente los ladridos del
perro. Me limpio las manos en el pantalón y corro a abrir la
puerta. ¡Puchica! Olvidé que es Jueves y que sagradamente llegan no
sé si los testigos de Jehová u otra religión. Nunca los he dejado hablar
más que el saludo pues la verdad les digo gracias y cierro la puerta en sus
bellas y respingadas narices.
Hoy no fue la excepción, así que les dije a las señoras: “Yo si tengo
oficio señoras" y como siempre entre y regrese a lo que estaba.
Ahí mientras batía huevos, pelaba plátanos, enharinaba un molde y demás
pensaba yo en las señoras y se me ocurrió... Ahí es donde recibo la iluminada
iluminación... "Les encanta que les cierren la puerta en las
narices"; seguro llegan felices ante el pastor y le dicen: “Nos cerraron
la puerta 50 de 55 casas a las que llamamos" "Nos han rechazado
como rechazaron a Jesús" y felices sonríen y se sienten identificadas con
el hijo.
Pensaba yo que si realmente quisieran adoctrinar a alguien irían en
horas menos álgidas. Horas en las que uno no estuviera afanado con la
ropa para tender, el almuerzo para preparar, la casa para limpiar y las facturas
para salir a pagar.
Un jueves en la tarde por ejemplo, cuando uno está tejiendo o viendo
televisión sería ideal.
La verdad hoy si me sentí re-mal por
haberle tirado la puerta en la cara al par de señoras. La próxima semana
yo las voy a esperar, las voy a hacer pasar y justo antes de que se sienten o
empiecen con su adoctrinamiento les voy a dar a cada una; una escoba y un
trapero y les diré que charlemos mientras hacemos oficio. Igual yo tengo
que cumplir con mis deberes, pero no voy a ser grosera de nuevo. Y al
despedirme les daré las gracias... soy muy bien educada y les pediré que
regresen mañana.
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