lunes, 22 de julio de 2013

La bella durmiente



Duerme, la bella durmiente, un sueño de cien horas… o cien años… o una eternidad. Se evade. En el sopor del Prozac, sueña un mundo sin guerras, sin miserias, sin hambre, sin ese vacío insondable que llena sus días y sus noches. De sus ojos se escapa la perla de sus angustias. Cristalina, pura, como el mundo de su ensueño.
Suspira, la bella durmiente. Un príncipe le tiende la mano, toma un hálito de su anillo y agradece –entre balbuceos y sonrisas desfiguradas- el regalo del tesoro de los nibelungos que Sigfrido no encontrara. Respiración en calma, sueño que no recordará. Descansa al ritmo de La Valquiria, en su balandra, mecida suavemente por las mansas aguas del río. Y danza con sus enanos oscuros. Sonríe mientras otra perla furtiva se desliza faz abajo. Imitando a su creadora, se evade.
B. Osiris B.

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