Estos eran tres
cerditos que tenían hecha su porqueriza todo un chiquero. Su madre había
intentado siempre que tuvieran fresco el lodo para bañarse todos los días pero
ellos... nada. Así que harta ella de luchar luchas infructuosas les pidió
que se fueran a hacer sus propias vidas y a vivirlas como mejor pudieran.
Finalmente una madre tiene derecho a tener tranquilidad en su vejez; además
había por allí cerca un Marrano pelirrojo y pecoso que le tiraba los perros y ella por
supuesto se los recibía con ganas.
Así que cochinito
mayor, se fue no muy lejos y construyó una casita de paja. Pensaba él que
si un día se aburría de buscar comida se podría alimentar bien de ella y no
pasaría ni hambre, ni frío, ni mayores afujias.
Cochinito mediano
se fue un poco más lejos y se fabricó una casa de madera. Pensó que si no
podía ir al bosque por leña podría calentarse prendiéndole fuego a una tabla o dos... o más de ser necesario.
Y cochinito
chiquito que era más emprendedor; se construyó una casa de ladrillo y con
chimenea y todo. Mientras conseguía lo que necesitaba para construir su
casa pasaba por las de sus hermanos y de una se llevó un poco de paja para
hacerse un lindo y confortable lecho y de la otra unas cuantas tablas para
encender el fuego.
Eso debilitó las
casas de sus hermanos pero él pensó que nadie se daría cuenta y que además nada
malo pasaría.
El lobo vivía por ahí
cerca y gustaba mucho de comer lechona o cochinito tierno al horno y solo de
pensarlo se le hacía agua la boca.
De pronto como en
sueños vio que cochinito mayor entraba en su casita y pensó..."Puedo comérmelo
ahora mismo". Llegó, llamó a la puerta, intento convencerlo para que
abriera pero todo fue en vano. Recordando entonces la historia aquella en
que el lobo dice: “Soplaré y soplaré y tu casa tumbaré" se decidió a
hacerlo y cuál sería su sorpresa cuando zas, la casita voló por los aires y más
rápido que inmediatamente procedió el chancho a correr a meterse en la casa de
madera de su hermano.
El lobo alebrestado
por su primer triunfo llegó, llamó, intento convencer por las buenas y en vista
de que nada funcionaba dijo: “soplaré y soplaré y tu casa tumbaré" a
lo cual respondieron con risas y carcajadas los chanchos. Pero él,
ofendido en lo más profundo de su ser sopló, sopló y sopló y la casa por los
aires voló.
Los chancitos
corrieron y entraron apresuradamente a la casa de su hermano menor. El
lobo no se daba por vencido y llegó, llamó, habló, e intentó convencer y
nada. Así que dijo de nuevo: “soplaré y soplaré y tu casa
tumbaré" Y dicho y hecho... sopló y sopló y sopló y se ahogó y nada.
Así que se recostó
en un árbol frente a la casa a pensar pensamientos de destrucción cerduna y se
le ocurrió una idea genial... Entraría por la chimenea, los sorprendería
durmiendo y se los comería. Cómo salivaba
nuestro lobo solo de pensarlo.
Así es que cuando
vio que apagaban las luces, que la chimenea dejaba de arrojar humo y que ya no
se escuchaban ruidos cotidianos sino ronquidos.
Subió al techo,
entro por la chimenea y encontrando a los cerdos dormidos los ato muy bien a
cada uno. Feliz pensaba en la atracada que con ellos se daría.
Usó un poco de paja
para iniciar el fuego, y otro poco de leña para darle vida al hogar y soplaba y
soplaba hasta que el fuego cantarín bailaba. Feliz procedió entonces a
destripar al cerdito mayor mientras los otros dos miraban espantados. Y
lo aso con repollos y zanahorias que el chanchito menor tenía para su propia
cena. Comió y comió. Durmió muy bien y cuando acabó con todo lo que
del chanchito se podía consumir agarró al chanchito del medio e hizo lo
propio.
Después y ya
saciado llamó a la loba y a los lobitos que consumieron del cerdito menor hasta
los huesitos. Doña Loba resultó muy
buena decoradora y de las carracas hizo hermosos tiestos en los que sembró
plantas de flores y con los huesos pequeños hizo móviles que con el viento
suenan muy bonito y ahora felices viven
todos en la casa de ladrillo que construyó un marranito.
El cerdito menor pidió
que le dejaran decir sus últimas palabras y esas fueron: “Nadie sabe para quién
trabaja”
Y tirurín tirurado
este cuente se ha acabado. El lobo, la loba y los lobitos viven felices y
comen perdices pues del último chanchito solo queda el recuerdito.
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