martes, 23 de julio de 2013

Alicia en el país de las maravillas


Alicia rodea el árbol buscando despistar a quien pueda estarla siguiendo, cerca de un hoyo en el muro perimetral, la esperan dos gemelos fortachones para comprar su dosis diaria de hongos alucinógenos. Son malencarados, pero buenos clientes, así que ella les tiene paciencia. Se quejan del precio, el regateo usual que no convence a Alicia. Se cierra el negocio y ambos hermanos se alejan enfrascados en una nueva pelea por la degustación de los alucinógenos. Sobre el muro, René “El Gato”, ríe descontrolado mientas se fuma un buen porro. Alicia lo mira de reojo, hoy no es un buen día para filosofar con este yonki, así que apura el paso, vuelve a rodear el árbol y sale hacia el callejón. Conejo, su taxista particular, la espera en su Dodge Dart desvencijado para llevarla al mercado de buhoneros. Allí debe entregar una mercancía especial a Jhon, el excéntrico vendedor de gorras que usa su puesto de gorras y tatuajes en el mercado como tapadera para su cuota de participación en el país de las maravillas. La entrega se da sin problemas.
Alicia y Conejo retornan al barrio. Se despiden rápidamente, porque Reina, la madre de Alicia esta por llegar. Es cardióloga, “de las mejores”, diría su tío Reynaldo con su aire tan femenino, “es la reina de corazones”. Ante el recuerdo, Alicia suspira, se apresura a descargarse en el garaje y sube a su cuarto. Se ducha con calma y degusta una pequeña muestra que sustrajo de lo que deberá entregar mañana a la chica regordeta que vive en el vivero y tiene cara de oruga cianótica. ¡Es toda una descarga! Seguro vale más de lo que habrá de pagar, pues la mercancía es de alta pureza. Enciende el equipo de sonido, se tumba en un gran puff y comienza el viaje al país de las maravillas. Para asegurar el goce, pasa el pestillo a la puerta y sube el volumen. Si la reina de corazones se entera de sus andadas, ¡seguro le corta la cabeza!
B. Osiris B.

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