martes, 20 de agosto de 2013

El ruido




Ese ruido infernal las hacía correr locamente hacia cualquier parte que fuera, alejarse de él.  Se atropellaban, de pisoteaban, se empujaban y arrojaban al vacío unas a otras.  No importaba si la prisa le causaba la muerte a una de sus amigas o a sí misma.  Es que ese aparato nefasto; puesto en el cuello del perro había acabado con la tranquilidad que disfrutaban desde hacía varias generaciones atrás.  La vida de costumbre quedaba atrás… ahora tocaba empezar de nuevo.
Dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista y al parecer eso era lo que había sucedido.  Ahora tendrían todas que buscar un nuevo hogar.
Es que ser una pulga de perro con amos quisquillosos es cosa seria.

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