Un triste caso de la vida
Real- le sucedió a un
Amigo de un amigo.
José había enviudado hacia 6 meses, tres días y algunas horas. Nunca se imaginó que podría extrañar a su mujer. Siempre la encontró molesta, celosa, chiquillosa, demasiado metida en su vida y con los años y los hijos hasta fea se volvió la pobre.
Pero, como solo es perder lo que se tiene para saber lo que valía, José se dio cuenta tristemente que su vida sin ella era un desbarate total. No encontraba ni el azúcar en la cocina y desde que se puso el último par de medias cuidadosamente dobladas por ella no había podido volver a encontrar dos que hicieran juego.
Todo era un desastre. Sus hijos, antes tan asiduos al hogar "paterno" no habían vuelto a ir tan seguido y a sus nietos seguro ya ni los reconocería si los viera por la calle pues los niños cambian mucho en muy poco tiempo.
Se deprimió mucho, pensó en salir a buscar alguna de las tantas "amigas" que había ido haciendo en el transcurso de los años pero al pensar en ellas lo invadió aun más el vacío y desistió.
Se fue enfermando lenta y paulatinamente, parecía que los años se le habían caído encima de un momento a otro.
Un día sintiéndose muy mal llamó a su hija. María llegó presurosa a atenderlo, lo llevó al medico y viéndolo tan desmejorado decidió llevarlo a su casa para así brindarle mas atenciones y los medicamentos y las comidas a horas.
Los viejos como todos sabemos en menos de una semana ya son un fastidio total, ella no sabía que hacer para regresarlo a su casa pero no se atrevía a decírselo.
Hablando con su amiga le comentaba el caso, lo desesperada que estaba de que su padre mejorara pronto para ambos reanudar sus vidas. Pero, José en lugar de mejorar empeoraba. Ya estaba reducido a una silla de ruedas, medio se desplazaba de la cama a la silla y viceversa. Su amiga Lucía le recomendó la virgen de la Aguacatala. Milagrosisima como pocas, pero había que ir hasta una semigruta que tenían destinada para su culto.
El sitio, en la calle prácticamente; la virgen y cantidad de placas de mármol con agradecimientos de muchas personas que ya habían recibido el milagro.
María francamente desesperada y viendo las condiciones en que se encontraba su padre decide hacer caso al consejo. Lo sube al vehículo y llegan hasta la virgen, él no puede acercarse a orar de rodillas pero ella le pide que lo haga desde el auto mientras va hasta la gruta a encender una vela y a hacer su petición.
Está tan metida en la oración que el tiempo se le pasa, al cabo de un rato vuelve sus ojos hacia el auto y su padre y ¡oh milagro! Él está allí parado agarrándose de un barandal que separa el sitio de oración de la calle.
María salta de alegría, mira a la virgen y le agradece el milagro. Su padre ha podido salir del auto y está parado esperándola.
Al regresar al vehículo mira a la derecha, a la izquierda, al frente y no ve el carro. Unos ladrones trashumantes pasan y viendo las llaves puestas en el arranque no pierden tiempo, bajan al viejo del carro, lo dejan que se agarre como pueda de la baranda y se marchan tan rápido que ni el polvo se ve.
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