Está acostado conmigo, puja y se queja, lo escucho tan fuerte que levanto mi cabeza para mirarlo. Ahí acostado a mis pies, lo alcanzo, lo abrazo, lo beso en el hocico y lo suelto de nuevo; él no acepta tantas demostraciones de afecto, de mí afecto. Me mira con displicencia y mullendo la cama de nuevo se acuesta.
¡Cómo amo ese gato Dios mío!
¡Cómo amo ese gato Dios mío!
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