jueves, 22 de octubre de 2009

Carmenza

Vivíamos en el centro de la ciudad pero pagando alquiler, a mamá le ofrecieron una casa en un barrio nuevo en las afueras de la ciudad y ella feliz pensando en tener una casita propia, no lo dudo un instante.
Debían bautizar a mi hermanita ese fin de semana.   Pero mamá decidió dejarlo para el siguiente  ya que tenía muchas ganas de que estrenaramos nuestro nuevo hogar.
El trasteo se hizo un sábado, papá no estaba de acuerdo, consideraba que estaríamos muy lejos de su sitio de trabajo y eso le dificultaría estar más tiempo con nosotros.
Llevábamos tres días viviendo allí, en nuestro nuevo hogar, en nuestra nueva casa. Era de noche, esa noche particularmente mi hermano estaba muy inquieto, intranquilo, tenía temor por un hilo de agua que pasaba por el patio trasero de la casa. Arriba de la montaña había un tanque de agua y el hilo se desprendía de él.
Le rogó tanto a mamá, le habló tanto de sus temores que ella decidió acostarse en el cuarto de mis dos hermanos, con Carmenza y lógicamente conmigo.
Ella; mamá recuerda haberse despertado entre el lodo, empezó a buscarnos desesperada, enloquecidamente. No podía ver nada, la oscuridad era total, absoluta y solo escuchaba llantos, quejas y gemidos. Encontró primero a mi hermano mayor, luego a mí; según ella dormida yo ahora que lo pienso creo que más bien  inconsciente y luego a mi segundo hermano . Mamá escuchó que podría haber otra avalancha y decidió sacarnos a los tres que ya había rescatado hasta la carretera, ella pensó pedirle a las primeras personas que pasaran en un auto que nos llevaran hasta donde trabajaba papá.
Mamá se aseguró que estas personas lo conocieran y nos entregó a estos señores para salvarnos a nosotros mientras ella desesperada, pensaba regresar a la avalancha para seguir buscando y rescatar a Carmenza, la bebe de menos de un mes que aún no había podido encontrar.
Al ver el estado en que estábamos, al ver la catástrofe tan terrible esas personas no solo nos acogieron a nosotros tres sino que tomaron a mamá a la fuerza y la metieron entre el carro y nos llevaron al hospital más cercano para luego avisarle a papá.
Mamá gritaba, chillaba y suplicaba por la bebé, ellos no la escucharon. La niña, algunos dijeron que fué sepultada en el cementerio, otros que jamás fué encontrada. Fueron muchos los muertos, muchos los heridos, muchos los desaparecidos y el dolor y el miedo a la oscuridad, a las lluvias y a los deslizamientos de tierra tan comunes en mi ciudad aún nos acompañan.

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