viernes, 23 de octubre de 2009

El accidente.

El golpe fue muy fuerte, el carro iba veloz y ella miraba al lado, distraída. De pronto vio otro  carro que venía de frente y su cuerpo giró por los aires y se vio ahí, después sobre la roca y en una postura un tanto ridícula, inapropiada para una mujer como ella.
Parecía una muñeca de trapo abandonada por su dueña para salir de prisa.
Una piedra enorme, y su cuerpo aplastado contra ella, la falda levantada y cubierta de sangre, la blusa rota y los pantys blancos impecables.
¿Cómo si estaba en la roca se veía tan bien, tan claramente?
A su lado había más gente, hablaban, gritaban. Unos intentaban ayudar a salvar a las personas caídas, otros dos como ella observaban la escena desde un poco más arriba. Se miraron asustados primero y luego comprendieron. En ese momento, sintieron la necesidad de ascender hacia la luz brillante. No era el sol con seguridad, pues la podían observar de frente. Era una luz que irradiaba paz, amor y gran tranquilidad.
Lo último que vio desde allá arriba fue el resplandor de su panty tan blanco, tan nuevo, tan resplandeciente.
Gracias a él sintió que su figura no se veía tan grotesca y desamparada.

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