martes, 6 de octubre de 2009

Alquimia

Mezcló el alquimista
con el agua clara,
pétalos de rosas
y estrellas del alba.
Cantares del viento,
la sal de una lágrima,
medio sol naciente
y una luna blanca.
De un volcán la fuerza,
de la mar la calma,
de lluvias y nieves
capullos de plata.
Murmullo de nidos,
la azúcar de cañas,
del irreal Dorado
gemas esmeraldas.
Con fuego de un rayo

encendió la fragua ;
con celo de madre
acunó la paila.
Velaba el lucero
noche desvelada,
cuando con el sol
la vida alboraba,
la mágica pócima
tomó forma humana.
Y fue un niño nuevo
su vieja esperanza.
Dieron sol y luna
hilos de oro y plata
para que su gozo
urdiera una manta.
Enhebró un suspiro
y bordole alas.
Trepó al arco iris
el niño a las ancas ;
el cielo fue el Nilo,
las nubes canasta.
Al Gran Alquimista
de la historia santa,
con su propia sangre
escribió una carta :
“Señor de los cielos
tú que a todos amas,
quisiera pedirte
tan sólo tres gracias :
Bendice a mi niño
poniéndole un alma,
que te reconozca
y retorne a casa.
Perdones te pido
por usar la magia,
no fue por soberbia
fueron sólo ansias
de tener el hijo
que tú no mandabas.
Para agradecerte
no encuentro palabras ;
sí tengo certeza
que a mi vida humana,
para trascenderla,
con un hijo alcanza.”
Héctor Fourcade

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