miércoles, 22 de mayo de 2013

Dormida




No sabía si se alegraba al llegar la hora de dormir o si debía sentirse  frustrada, defraudada, aterrada y triste pues al poner la cabeza en la almohada y cerrar los ojos llegaba él.  El hombre más fantástico y sensual del que tuviera noticia.  No es que fuera una mujer muy "recorrida" ni que en su vida hubiera habido muchos hombres.  Y muchos menos aún la habían acompañado en su cama.  Solo que aquel; llenaba para ella todas las expectativas de disfrute sensual, sexual.  Solo al rozarla con los dedos la hacía sentir-ver explosiones de colores y ni que decir cuando la besaba y se posaba sobre ella haciendo que cada uno de sus poros exigiera más y no pararan de exigir hasta tanto ella casi loca y adolorida tenía uno y otro y otro orgasmo.  En su vida las noches se estaban volviendo una locura pasional.
Se despertaba más cansada aun de lo que se acostaba y contaba los minutos desde la mañana hasta la noche presa de terror.  Por un lado temía que no volviera a su lado jamás y todo aquello que la hacía sentir desapareciera para siempre.  Por otro lado la angustia de esas noches sin fin en las cuales sentía enloquecer, morir y nacer de nuevo;  también la llenaban de terror.
¡Dios!  Cualquiera de esas opciones era terrible.
Los días y las sucesivas noches la estaban convirtiendo en un fantasma.  La mujer que ella era estaba desapareciendo entre los pliegues de las sábanas blancas.  No podía salir de la cama.  De día dormía para reponer fuerzas y en la noche el disfrute agotante también la frustraba.
Dormir… dormir… dormir para vivirlo o soñarlo solo a él.  A él llenándola de gozo, de placer.  Dormir…dormir…dormir para vivir las noches y dormir los días.  Dormir… dormir y seguir por una eternidad; durmiendo.


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