No sabía si se alegraba al llegar la hora de dormir o si debía
sentirse frustrada, defraudada, aterrada y triste pues al poner la cabeza
en la almohada y cerrar los ojos llegaba él. El hombre más fantástico y
sensual del que tuviera noticia. No es que fuera una mujer muy
"recorrida" ni que en su vida hubiera habido muchos hombres. Y
muchos menos aún la habían acompañado en su cama. Solo que aquel; llenaba
para ella todas las expectativas de disfrute sensual, sexual. Solo al
rozarla con los dedos la hacía sentir-ver explosiones de colores y ni que decir
cuando la besaba y se posaba sobre ella haciendo que cada uno de sus poros
exigiera más y no pararan de exigir hasta tanto ella casi loca y adolorida
tenía uno y otro y otro orgasmo. En su vida las noches se estaban volviendo
una locura pasional.
Se despertaba más cansada aun de lo que se acostaba y contaba los
minutos desde la mañana hasta la noche presa de terror. Por un lado temía
que no volviera a su lado jamás y todo aquello que la hacía sentir
desapareciera para siempre. Por otro lado la angustia de esas noches sin
fin en las cuales sentía enloquecer, morir y nacer de nuevo; también la llenaban de terror.
¡Dios! Cualquiera de esas opciones era terrible.
Los días y las sucesivas noches la estaban convirtiendo en un
fantasma. La mujer que ella era estaba
desapareciendo entre los pliegues de las sábanas blancas. No podía salir de la cama. De día dormía para reponer fuerzas y en la
noche el disfrute agotante también la frustraba.
Dormir… dormir… dormir para vivirlo o soñarlo solo a él. A él llenándola de gozo, de placer. Dormir…dormir…dormir para vivir las noches y
dormir los días. Dormir… dormir y seguir
por una eternidad; durmiendo.
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