Ella siempre esperó que las mariposas en el estómago que Rafael le provocaba
terminaran subiendo y acomodándose como en un juego de tetris en su
corazón. Había que hacer la acomodación adecuada para que cupieran todas.
Ella lo veía, su
corazón saltaba y latía fuertemente y claro las pobres mariposas por más que lo
intentaban no llegaban. Alguna vez una de ellas logro entrar y volar
alocadamente. Luego, ya tranquila, se acurrucó en un rincón y sola sentía
que languidecía.
El tiempo fue
pasando, las mariposas que sentía en el estómago cada día eran menos, su
corazón al verlo continuaba sus latidos normales y otra mariposilla logró
entrar.
Ahora eran dos
mariposas, cada una en su rincón. Desde allá se hablaban, se miraban, se
retaban a abandonar ese corazón cada vez más frio.
Nunca lo hicieron.
Ahí están ellas ahora y son amigas. Hablan de muchas cosas.
Inclusive de él...de Rafael.
Por eso,
Consuelo. Tiene días que lo recuerda.
Su corazón no
salta. Las mariposas que sentía en el estómago murieron o se fueron una a
una.
Ahora, cuando ella lo recuerda sonríe
y brilla una chispa de reconocimiento en sus ojos... y de nuevo. Nada.
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