domingo, 5 de mayo de 2013

Amores que matan (la última cornada)


Amanecía en el motel de la carretera. La luz del alba penetraba por las persiana y un rayo travieso iluminó el oscuro pozo que bañaba sus pies. Entre las sábanas, un traje limpio para cambiarlo y acicalarlo como él merecía. Cuando llegó la patrulla, sonrió orgullosa, ¡se veía tan guapo, a pesar de la herida mortal en su sien izquierda! Había hecho un buen trabajo y nadie diría lo contrario. Siempre cuidó de él, siempre lo amó, desde la primera sonrisa hasta el último de los cuernos. Hasta el primer disparo. Sonriente y aliviada, tendió las manos, vio cómo le colocaban las esposas y suspiró.

B. Osiris B.

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