A
otra chica en cambio, las mariposas le poblaron el estomago, le
subieron al pecho, le ocuparon el cuello... el cerebro. Y hacía abajo
ni hablar; ya ella ni caminaba. flotaba; en volandas por el aire se la veía siempre, con una aureola de polvillo de miles de colores.
Andaba tan, pero tan enamorada la pobre que no notó que él ni la miraba.
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