Olvidó sus dolores,
sus tristezas y heridas;
se fueron los agravios,
ya no hubo resabios,
ni palabras ardidas
por lejanos rencores.
Olvidó desatinos,
se olvidó de sufrir,
se olvidó de olvidar
los amores perdidos,
las peleas lejanas...
...y, de pronto, una mañana
así, con tanto olvido,
se volvió a enamorar
volvió luego a vivir,
¡encontró su destino!
B. Osiris. B.
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