miércoles, 7 de septiembre de 2011

De tripas corazón

Algunas veces uno tiene que hacer de tripas corazón y disculpar la injuria y el mal comportamiento con una sonrisa. Una sonrisa congelada en el rostro y los ojos brillantes no de ira o de rabia, más bien de dolor por la injusticia; e incluso de sorpresa o de desconcierto.

La gente no entiende o no quiere entender que dañan con los comportamientos agresivos y cuando eso pasa dejan al otro fuera de base, tratando de entenderlo e incluso de justificar acciones que no deberían tener ninguna justificación. ¿Pero por qué el esfuerzo para comprender o entender debe venir de la persona que no cometió la falta y en cambio sí de quien recibió la agresión?

Normalmente, no porque sea normal sino sencillamente por ser costumbre el agredido es quien justifica al otro y encuentra motivos para disculparlo a pesar de que el agresor no tenga valor ni siquiera moral para dar disculpas. Y como no podemos andar por la vida enojados, llenos de ira o de odio, o cargados de resquemores, o en un constante mátame o yo te mataré; lo único noble e inteligente es disculpar la falta, tratar de olvidar el mal momento y continuar con la vida de la mejor manera posible.

Algunas situaciones son momentáneas pero otras por el contario se vuelven constantes y tan repetitivas que da la impresión que la persona que se acostumbró a vivir dañando lo hace con tal frecuencia que al cabo del tiempo ya ni se entera y por lo tanto no intenta cambiar de comportamiento por un lado y menos intenta o sabe o comprende que debe dar excusas y mostrar un poco de vergüenza por la ya repetitiva mala acción o reacción y también un poco de respeto por las otras personas que conviven con él en su entorno.

Unos caen constantemente en la falta y los otros caen constantemente en la justificación del otro “haciendo de tripas corazón”. Lo cual también es una falta grave que afecta a todos los miembros del grupo familiar.

No se sabe cuál de ellos es el que está más mal o cual el más enfermo sicológica y emocionalmente hablando. El que agrede constantemente sin darse cuenta siquiera que lo hace y por lo tanto sin disculparse o el que recibe agresión tras agresión y se acostumbró tanto a ella, que a lo mejor tampoco percibe lo malo que hay en su vida.

Alguien decía: “Mi gordo es divino, nos adora y nos trata siempre muy bien” y eso era lo que ella percibía pero lo que veía uno desde afuera era un hombre tosco, mal hablado, cargado de agresividad y que constantemente gritaba y decía malas palabras.

Otra sencillamente opina: “Cuando el hombre se enoja y algunas veces ni sabemos por qué, todos nos vamos para otro lado, generalmente su molestia dura poco y luego continuamos como si nada hubiera sucedido”

¿En qué momento perdemos la perspectiva y lo malo se vuelve tan cotidiano que nos parece bueno, no bueno, sencillamente disculpable?

Eso de hacer de tripas corazón puede funcionar a veces, pero cuando las tripas son constantemente corazón hay un problema muy grave que generalmente se convierte en enfermedades físicas tales como el cáncer y otras de diferente índole pero dolorosas y costosas todas por cierto.

¿Cuál es entonces el comportamiento a seguir? Algunas veces el dialogo no lleva a ninguna parte o a lo mejor conduce solo a más graves enfrentamientos que tampoco solucionan el problema.

Decirle a alguien que no soporte la actitud del otro y que se separe por ejemplo tampoco soluciona nada, pues sencillamente se está huyendo del problema. Los sicólogos cobran mucho y solo escuchan esperando que uno mismo encuentre la solución de sus problemas, los siquiatras formulan medicamentos para mantenerlo a uno alejado de la realidad y agregándole una adicción más al problema inicial.

Mejor sigamos haciendo de tripas corazón y esperemos que la vida nos diga un día si fue lo correcto o incorrecto. Lo malo es que ni como ejemplo sirve pues nadie aprende en cabeza ajena y los seres humanos tendemos a repetir las acciones aprendidas y aprehendidas en nuestros hogares.

Púchica si me compliqué con este tema.

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